☽ Capítulo 37 ☾

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—Cierra la boca

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—Cierra la boca.

Su acerba orden reduce el llanto del crío a un gimoteo quebradizo. Ahora puede concentrarse mejor, pero no del todo.

Está comenzando a frustrarse.

Se conduce a través del desierto jardín con el niñato en brazos mientras intenta recuperar el lazo psíquico para comunicarse. Lo logra en el momento en que entra al castillo.

El omega y el idiota de su hijo siguen en el mismo lugar en el cual los dejó. Tampoco es que hubiesen tenido la posibilidad de moverse estando atados con las cadenas espirituales. Phaeron luce más patético de lo habitual, implorándole con la mirada aguada vaya a saber qué. ¿Que lo deje ir? ¿Que le dé una explicación? Cómo sea, tampoco es que le importe. Vyanlu se encuentra quieto, callado y sumiso como a él le gusta, pero la sala apesta a feromonas amargas y el crío que carga en brazos nuevamente se pone inquieto. Jodidos omegas. Solloza y llama a su papá y a su papi, avizorando hacia todos lados en su búsqueda. Tymael no comprende del todo si "papá" y "papi" son la misma persona o qué diablos, pero ante la insistencia del niño en evocar alternativamente uno y otro término, resuelve que se trata de dos... y puede hacerse una idea de quiénes son.

Desagradable.

—Bien —suelta en voz alta, dirigiéndose a la nada. Tanto Vyanlu como Phaeron y Rysaeran se sobresaltan—. Ya he cumplido con mi parte. ¿Ha despertado?

Phaeron se remueve salvajemente, bregando por zafarse de las cadenas. Aceza y maldice en su fuero interno, pues la impiadosa mordaza no le deja liberar ni una palabra. Observa amedrentado la manera en la que Tymael sonríe, mirando siniestramente hacia un punto x, los irises indiscernibles en sus ojos completamente negros. Presa del desasosiego, Phaeron voltea la cabeza hacia su madre buscando contención, como si volviese a ser aquel niño inseguro del pasado. Sin embargo, al verlo tan desvaído y desesperanzado, sus propios incentivos caen en picada.

Transcurre un tiempo indeterminado antes de que un chirrido le ponga fin al suspenso silencioso y venenoso. El suspenso en realidad continúa, pero es mil veces más escalofriante, pues ese sonido discordante que se le ha agregado, similar al de las garras de una alimaña raspando metal o al lamento de una banshee, intimidaría hasta al espíritu de un dragón ancestral.

Familiarizado con ese ruido metálico, Phaeron comienza a sudar frío y a gritar detrás de la mordaza, observando a su padre con los ojos redondos y llorosos. Tymael parpadea y el negro de sus ojos se difumina. Le devuelve una mirada llena de desdén a su vástago antes de acercarse a él para arrancarle el trozo de tela de la boca. No obstante, antes de que Phaeron pueda gritar cualquier cosa, el sonido estridente que se acerca por el pasillo colindante se torna más fuerte y discernible hasta que para momentáneamente, cuando la puerta frente a ellos se abre con lentitud. Otro crujido y otro chirrido, y Phaeron ya no necesita de una mordaza para quedarse callado. La estupefacción es suficiente para congelar su corazón y su voz. En su lugar, quien habla con un tinte inocente y feliz es el pequeño Rysaeran.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora