13. Podremos con ello

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Caminó despacio junto a Elyza, disfrutando de su presencia, de esa calma tan única y de su interior convertido en un revoltijo de emociones alegres y positivas. Su sonrisa era incontenible, más cuando sus dos ilusionadas miradas se cruzaban en ese pequeño espacio que las separaba. No mentía cuando decía que querría estar así de bien para siempre, que le hubiera gustado no tener que salir de la cabaña esa mañana ni enfrentarse a los peligros de un apocalipsis mundial o al caos. Con todo, estaba contenta de poder tener una vida medianamente normal en mitad de todo aquello: una casa, un trabajo, una aspiración de futuro, ciertas normas dentro de esa pequeña sociedad que conformaba «Salvus», amigos, pronto su familia y, ahora mismo ya, una novia.

No es que hubiesen usado concretamente ese término u otro sinónimo, pero lo veía implícito en ser más que amantes de caos y resumirlo bien en «Tú eres mía y yo soy tuya». No lo decían en un sentido de pertenencia obsesiva, ni mucho menos, pero clavaba bastante bien el concepto de pareja formal, secreta solo hasta que tuviera que serlo. A veces le gustaría ser más específica cuando hablaba, utilizar palabras que hicieran inconfundible su discurso, pero es que con Elyza no hacía falta, porque la comunicación tenía otros medios igual o más efectivos que lo hablado. Se entendían trascendiendo lo físico o tangible, algo que jamás sintió con nadie antes que no fuesen su hermano o su madre. Ese saber cómo se siente una persona o lo que piensa solo con una mirada, era algo que nunca sintió con alguien fuera de sus lazos de sangre.

Ahora, la exploradora se había colado en su interior más profundo y echado raíces, siendo algo totalmente recíproco y satisfactorio, como podía ver, sentir y disfrutar cada momento que estaban juntas. En silencio o con todo el ruido del mundo a su alrededor, abrazadas o a una distancia prudente, haciendo el amor o entrenando en combate, daba igual cuándo, dónde o cómo, pero era así.

Y ni falta hacía mencionar la increíble noche que habían pasado juntas, eso era la guinda del pastel. Todo lo que sentían, todo lo que se demostraban, ese amor naciente tan fuerte como demoledor, solo podía ser coronado con lo ocurrido: un beso, una caricia, un abrazo o hacer el amor en plena madrugada a la luz de una lamparita. No fueron necesarias más palabras ni aparecieron dudas, surgió de forma natural. Todos sus miedos se evaporaron de golpe, dando paso a su intuición, dejando libres sus emociones y sentimientos para que controlasen su cuerpo. Lo recordaba y sentía que aún vibraba toda su anatomía, pensaba en la necesidad de volver a hacerlo, volver a sentir su cuerpo desnudo contra el suyo, saborearla lentamente y penetrar su alma como penetró su cuerpo. Mucho más allá de lo físico, de ese placer rompedor, estaba lo que había sentido: amor, cariño, protección. Se había sentido pequeña por momentos, también inmensamente grande y poderosa, según Elyza la dejase dominar o fuese quien lo hiciera. Se dejó llevar, pues sabía que la capitana no la dejaría caer jamás, y, si caían, lo harían juntas. Y así se compenetraron por horas eternas de amor incansable, insondable.

Ahora estaban entrando al comedor, recogiendo un rico desayuno formado por un zumo, tostadas con mermelada de melocotón, un huevo duro y beicon. ¡Beicon! Hacía muchísimo que no comía panceta, y no es que fuese su alimento preferido, pero echaba de menos algo así. Habían tenido la suerte de que las granjas estaban en alto rendimiento y últimamente podían tener una buena cantidad de alimento cárnico, así que, mezclado la buena cosecha de frutas, verduras y cereales, estaban en un punto bien alto de comestibles. Eso y que todas las centrales productoras de energía y recursos estaban también a pleno funcionamiento, así como un nuevo aserradero y otra plantación más de seda y otra de algodón. «Salvus» estaba mejor que nunca antes, planeando ya la incorporación de dos nuevos asentamientos: Golf y Hotel; los correspondientes nombres del séptimo y octavo del alfabeto radiofónico, como era tradición en el territorio.

Por todo eso, se notaba el ambiente animado, la zona segura era cada vez más estable en todos los aspectos, casi libre también de Podridos y grupos rebeldes. Así que los ánimos iban en aumento, lo cual era bueno, aunque tampoco debían bajar nunca la guardia, cosa que Vibs y La Orden recordaban eventualmente y que los ciudadanos de «Salvus» admitían como cierta realidad. Con todo, el ambiente era magnífico, más que de común, o quizás sería porque ella acababa de pasar una noche de ensueño con Elyza y aún tenía el subidón orgásmico revoloteando por su cuerpo, quién sabe.

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