25. Falsa traición

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Cuando Archibald fue a buscarla a la sala donde la habían mantenido ya ni sabe cuánto tiempo, vigilada y alimentada, pero con bastante privación del sueño, no supo qué esperar. No intentó ningún movimiento extraño cuando la desataron de la silla para ponerle grilletes en muñecas y tobillos, enganchados entre sí con cadenas. Lyde iba acompañado tan solo de un hombre, si es que podía referirse a ese gigantesco ser como tal, pues encima era llamado «Bestia», más similar a eso que a un humano.

Archibald la guió por los pasillos hasta otro lugar, y ni se molestaron en cubrirle los ojos, como si confiase demasiado en su suerte, pero ella estaba analizando cada mínimo detalle que pudiera serle útil. Iba siendo casi arrastrada por Bestia, que tiraba de las cadenas sin cuidado ninguno, dando fuertes jalones cuando se detenía de más, acompañados de miradas tenebrosas que ese gigantesco personaje le dedicaba. No resistió la necesidad de preguntar a dónde la llevaban, planteándose que pudiese tratarse de algún lugar de torturas o algo así, lo que fuera con tal de conseguir que les ayudase a descifrar las comunicaciones por radio de «Salvus». Por el contrario, Archibald respondió amablemente que le llevaba a ver a sus compañeros, para que viese que todos estaban bien y empezase a confiar un poco en su palabra, como si eso fuese siquiera posible. Sabía que Lyde tenía una cruzada particular contra ella, mas igual podría conseguir que el resto de exploradores no sufrieran de su ira si jugaba bien sus cartas.

Su corazón aleteó más fuerte en ese momento, sintiéndose muy despierta a pesar de no haber dormido en bastante tiempo. Su mente se había llenado con una imagen de Alicia sana y salva, aunque imaginaba que también estaría presa y encadenada, por lo menos seguiría viva y no le habrían dañado. Su preocupación era máxima por todos sus compañeros, y ahora que suponía que Gallagher había muerto, todos los supervivientes de Fénix también pasaban a ser su responsabilidad, no solo los de su escuadrón Griffin. Sin embargo, su mayor yugo era saber que Ali también estaba allí y pensar en qué cosas podrían llegar a sucederle, si las cosas terminaran por torcerse, más teniendo en cuenta las palabras de Logan sobre lo poco que le duraban los rehenes a lo Libertatis y la escasa paciencia de Archibald.

Llegaron a una sencilla puerta de madera en mitad del pasillo, habiendo memorizado cada paso que había dado, y fue retenida por Bestia cuando Lyde entró en la sala primero, como si estuviese presentándose a los exploradores, refiriéndose a sí mismo como «Líder». Luego ya sí que el tipo gigante la arrastró dentro y casi suspiró al verlos a todos allí, bueno, menos los que habían perecido antes de la captura, lamentando cada fallecido. Se le quebró un poco el alma cuando vio a Ali, esa mirada llena de vida, esperanza y toneladas de miedo, y su labio herido por haber intentado escaparse, creía que la impulsividad la tendría más controlada, pero también se fijó en sus nudillos desgarrados. Su chica lo estaba pasando mal y no sabía si sería capaz de soportar la tensión.

La cosa empeoró cuando ese estúpido y repugnante ser que aspiraba a ser persona, con una cresta horrible y un aspecto aún peor, se dedicó a toquetear e insinuar barbaridades que quería hacerle a su novia. Suerte que Archibald lo paró, porque ni el mismo Bestia podría detenerla, si se trataba de defender a Ali. La mediación con los presentes no fue mejor, así que Lyde optó por una agresión más directa, mandando a su gigante sirviente a casi asfixiarla.

Por momentos pensó que moriría, Bestia le aplastaba el cuello mientras la mantenía separada del suelo, y por más que pataleaba y golpeaba a ese ser, nada parecía afectarle. Pronto descubriría que el hombre tenía insensibilidad congénita al dolor, no sentía ni padecía nada, con sus ventajas e inconvenientes. No sabe cómo hubiesen resultado las cosas si aquel puñal no hubiese impactado en el brazo de Bestia de pronto, proveniente, ni más ni menos que de Ali, que le había arrebatado el arma al inútil de la cresta llamado Bug, ganándose así su consiguiente muerte, pues Archibald no toleraba ni un solo error, le rebanó el cuello sin miramientos.

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