14. Nuestro lugar secreto

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Diana a las 6:30.

Desayuno de 7:00 a 7:30.

Actividad gimnástica, a veces en exterior y otras en interior, de 7:30-8:30.

Breve pausa hasta las 8:45.

Clases teóricas de formación, agrupaciones, idioma silbado, historia, técnicas de combate y batalla. De 8:45 a 10:45.

Breve pausa hasta las 11:00.

Entrenamiento de pelea cuerpo a cuerpo de 11:00 a 13:00.

Comida, o lo que venía siendo un almuerzo con alta concentración proteica y de hidratos, de 13:00 a 14:00. Lo que incluye tener que preparar, servir, comer y limpiar si tocaba turno de cocina, igual que el desayuno o la cena.

Entrenamiento con armas de corto, medio y largo alcance, de contacto o de fuego. De 14:00 a 16:00.

Más actividad gimnástica, esta vez siempre al aire libre, bajo el intenso sol, lloviera o hiciera un helado frío. De 16:00 a 17:00.

Tiempo libre, maniobras en agrupaciones de escuadrón, tareas en exterior, clases personales con los entrenadores o especialización de área. Eso se desarrollaba alternativamente en las siguientes tres horas, de 17:00 a 20:00.

Cena de 20:00 a 21:00.

Tiempo de aseo, descanso y/o recreo hasta las 22:00 horas, momento en el cual se establece la lista nocturna y todos deben estar en su respectivo camastro, exceptuando los pipiolos que tengan guardia.

Las guardias nocturnas se repartían dos a dos. Siendo dos novicios encargados de cubrir las cuatro horas y quince minutos desde las diez de la noche hasta las dos y cuarto de la madrugada; luego la otra pareja cubría la guardia hasta la hora de la diana, a las seis y media. Aunque, de manera excepcional y normalmente como forma de castigo, podía obligarse a algún novato a cumplir toda la guardia completa de ocho horas y media, cosa que, al menos de momento, no había sucedido.

Ese era el horario fijo que todos cumplían a rajatabla, con turnos rotativos para las guardias, los trabajos de cocina, limpieza o mantenimiento y las clases particulares específicas si algún pipiolo las necesitaba. La especialización establecida de 17:00 a 20:00 era el momento del día en que algunos miembros de «Salvus» fuera del Cuerpo acudían al CEMP para dar clases de ingeniería, mecánica, medicina o enfermería a los novicios que estuvieran recomendados para recibirlas, aunque era algo que solo se hacía dos o tres veces por semana. En cuanto a si en esas tres horas te tocaba alguna tarea en el exterior, tendrías suerte si no era así, aunque a todos les acababa llegando su día. Era el momento en que hacían que los pipiolos se forzasen y aprendiesen de supervivencia en la naturaleza de la manera más autónoma posible, lo cual incluía trepar árboles, cruzar ríos o lagos a nado, aguantar la respiración bajo el agua el mayor tiempo posible o encontrar recursos en cualquier lugar, lo que suponía tener que alimentarse, por ejemplo, de bayas, hierbajos o insectos.

Y así vivían sus días los treinta pipiolos, acompañados de los cinco entrenadores.

Aún no había sucedido, pues llevaban solo unos días en el CEMP, pero Elyza le había dicho que, en los tres meses que duraba aquello, desde mitad de septiembre hasta mitad de diciembre, pasarían por todos los cambios climatológicos propios de las estaciones de final de verano hasta inicios de invierno, pasando por el húmedo y fresco otoño: calor, lluvias, tormentas y frío, hasta nieve, quizás. Y encima a eso había que añadirle que, una vez los chicos completasen la mitad de estancia en el CEMP, se comenzaría con los ejercicios de exterior que durarían días, pudiendo realizar incluso misiones reales con los escuadrones de seis conformados desde los inicios y capitaneados por uno de los entrenadores.

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