6. Cualquier cosa

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Con paso acelerado, el corazón en un puño y siguiendo a la doctora de Rey, llegó a la entrada principal. Repasó a los tres exploradores a caballo, luego miró el jeep que se habían llevado, allí debían estar los tres del equipo que faltaban, aparte de Elyza, a la cual no vio por ninguna parte, tampoco a Furia, su yegua. Sintió cómo se le cortaba la respiración, en tanto que los médicos atendían a los pacientes, a punto estuvo de empezar a llorar por pura frustración, sin que de su boca saliese una pregunta sobre dónde estaba la capitana Lex.

Dentro de aquel pequeño frenesí, un leve sonido de cascos sobre el suelo llamó su atención, otro caballo acababa de entrar en el asentamiento, justo cuando se volvían a cerrar las puertas. Por dios, mentiría si dijese que alguna vez había sentido un alivio tal y como el que sintió en ese instante, se trataba de Furia, con Elyza montada sobre ella. La calma no duró ni dos segundos, cuando la vio magullada y con gesto de dolor, sus pies la llevaron rápidamente hacia ella, agarrando de las riendas a la yegua, que también parecía algo alterada.

La capitana fue a ser atendida por otro médico, pero rechazó la ayuda y pidió expresa y autoritariamente que atendiesen a los heridos del jeep, uno de ellos, Rush, su segundo al mando, estaba grave por un disparo. Ella se quedó a su lado, aún agarrando las riendas, sentía tanta tensión acumulada en su interior y alrededor que casi le temblaban las piernas, parecía como si Elyza no se hubiera percatado de su presencia, mientras daba órdenes y se preocupaba por el bien del resto de su escuadrón. Necesitaba que le mirase a los ojos, que le dijese que estaba bien de verdad, aunque lo estuviera viendo, y no fue hasta que sus miradas se cruzaron que su interior de verdad se calmó.

El azul cielo de la exploradora estaba agitado, su rostro estaba manchado de tierra y algo de sangre, así como sus ropas, su mirada estaba tensa y alerta, al menos hasta que sus ojos se encontraron. Como si ese gesto calmase a la rubia, el azul se relajó y casi percibió un amago de sonrisa en sus labios, entonces, y solo entonces, sintió como si el nudo de tensión desapareciese, increíblemente hipnotizada ante aquel pequeño momento.

—Estaba preocupada. —dijo aceleradamente, casi sentía que en todo Alpha solo estaban ellas dos, pues el ruido de alrededor había desaparecido.

—Estoy bien, Ali. —respondió Elyza intentando mantener una leve sonrisa, mas, cuando trató de bajarse de la yegua, un gemido de dolor salió de sus labios, junto a una mueca. —¡Joder!

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? No estás bien, llamaré a uno de los médicos. —la alarma reinaba en su voz.

—No, es solo que Furia se asustó justo antes del ataque y cayó, así que me di tremendo golpe, pero estoy bien, de verdad.

Alicia la miró con cierta incógnita, sin duda esa no era la palabra que ella usaría para determinar su estado en ese instante, de caídas de caballo había muerto mucha gente y no sabía de ninguna que hubiese salido ilesa de tal accidente. Elyza seguía sin bajarse, seguramente, no pudiese hacerlo por el dolor, así que estiró los brazos para sostenerla y que agarrase de ella para disminuir su esfuerzo. La exploradora dudó, quizás demasiado acostumbrada a su total independencia, no lo supo, tampoco preguntó, tan solo la animó.

—Vamos, baja, tiene que verte un médico. —expresó. —Y a Furia tiene que atenderle algún veterinario, por si acaso.

—Gracias. —fue el susurro de Elyza en ese instante.

La sostuvo por la cintura, mientras la exploradora rodeó con uno de sus brazos su cuello, ya que sus manos parecían bastante heridas, así como su otro brazo, para luego deslizar con pesadez su pierna izquierda y bajarse. Lentamente la mantuvo hasta que sus pies tocaron el suelo, usando todas sus fuerzas pues Elyza era más alta y puro músculo, así que pesaba más que ella. Estuvo un par de segundos de más sosteniendo su cintura, tan cerca que percibió mil tonos azules en esos increíbles ojos que nunca vio tan bellos hasta ese instante. Quizás quedaron en una especie de trance, mirándose tan de cerca, aún con su brazo alrededor de su cuello, y no supo por qué necesitaba tantísimo asegurarse de que Elyza estaba allí de verdad y de una sola pieza, más o menos, porque el momento fue cortado por una llamada a su nombre.

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