33. La nueva plaga

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Las fuerzas de la humanidad se hacían cada vez más fuertes, recuperando territorios muy extensos y formando nuevos asentamientos seguros, bastiones humanos contra la enfermedad, que estaba cada vez más controlada. El camino que quedaba por recorrer era muy largo aún, de muchos más años de lucha, decenas de ellos, quizás más, pero la esperanza se fortalecía con cada victoria, con cada vida salvada y nueva nacida dentro de «Salvus» y los demás lugares del planeta donde los supervivientes vivían y crecían.

De las grandes alianzas de supervivientes por el mundo, además de «Salvus» en Estados Unidos, que ya había completado la «Alianza L» hacía un tiempo y establecido rutas seguras y puestos de avanzadilla que cubrían una gran extensión, había otros bastiones.

En Oceanía, el «Salvus Oceánico» había recuperado también Nueva Zelanda, anexionándose a Australia, y aumentando en más de doscientos mil supervivientes. Luego siguieron ascendiendo por las islas, visitando el resto de la Polinesia, y la práctica totalidad de la Melanesia y la Micronesia, donde, desgraciadamente, no encontraron apenas más de mil supervivientes en total, casi todo había sido dominado por Podridos y las guerrillas entre rebeldes acabaron con la mayor parte de la población, pero cada superviviente contaba. Ese avance les llevó más de un año, y pronto tomaron la iniciativa de continuar por los archipiélagos del sudeste asiático, cuya situación fue similar a los demás: mucha devastación, muerte y demasiados conflictos entre supervivientes que casi exterminaron a la ciudadanía; además del hambre, la sed y otras muchas enfermedades.

Finalmente, y ya tras cuatro años desde la recuperación total de Australia, casi todos los territorios insulares del Pacífico habían sido liberados, y ahora se encontraban en el último lugar de interés: Japón. Cuya recuperación estaba siendo complicada, debido a las inmensas masas de Podridos y la orografía del lugar, además de los problemas iniciales con los supervivientes que se encontraron en el lugar, que confundieron a los Liberadores con invasores antes de entenderse y aliarse. Las regiones de Kyūshū, Shikoku y Chūgoku, por el sur, y Hokkaidō y Tōhoku, por el norte, estaban ya controladas por la nueva alianza del Pacífico, lo que ahora ya no sería «Salvus Oceánico», sino «Salvus Pacífico», en honor al Océano que los bañaba a todos. Japón sería el mayor reto, más incluso que Australia en los inicios, y es que gran parte de los japoneses fueron exterminados con los bombardeos nucleares de principios del caos, en los cuales las prefecturas más pobladas quedaron reducidas a escombros. Murieron millones de japoneses, pero, de ellos, muchos acabaron por convertirse en Podridos, medio mutilados la mayoría, pero no por eso dejaban de ser peligrosos.

En Europa, contrario a los inmensos avances del homólogo australiano, iban mucho más despacio en cuanto a territorio, pero acumulaban una cantidad similar de supervivientes y estabilidad. Ambas alianzas tenían ya más de un millón de habitantes, repartidos entre unos cincuenta y sesenta asentamientos cada una, autosuficientes y con un ejército consistente que mantenía posiciones e iba avanzando con firmeza. Las posiciones de Irlanda y Escocia aún no habían podido enlazarse, debido a su condición insular separada, pero habían conseguido una ruta segura que unía los puertos de Belfast, en Irlanda del Norte, con los del Consejo Lanarkshire del Sur de Escocia, ya muy cerca de la frontera con Inglaterra. También la Isla de Man, donde se formó un punto de avanzadilla aprovechando la ciudad de Douglas, además de una prisión para los traidores y criminales de la alianza, donde se les recluía mientras se trataba de tomar una decisión sobre su destino. La totalidad de la isla irlandesa había sido liberada, así como casi toda la antigua Escocia, así que el «Salvus Británico» se estaba reagrupando para pasar a recuperar Inglaterra y Gales.

Por último, al menos de los bastiones de la humanidad de los que se tenía constancia y con los que se mantenía relación, hasta el punto de haberse unificado bajo el nombre de «Salvus», se encontraba el más pequeño de todos: el «Salvus Africano». Esa alianza había mantenido grandes posiciones en Mozambique y se habían repartido hábilmente con Madagascar como lugar de respaldo, por si las cosas se torcían, y así había sido. Los mozambiqueños y malgaches se habían aliado desde el principio y mantuvieron una posición fuerte frente a la amenaza de Podridos y grupos rebeldes, pero esa fuerza había mermado debido a la falta de recursos y al exceso de población superviviente, que rondaba los quinientos mil al principio y ahora apenas llegaba a una quinta parte. Actualmente, solo controlaban parte de la provincia mozambiqueña de Inhambane, pero la totalidad de la isla malgache, que era donde vivía la gran mayoría de supervivientes, a la espera de poder mejorar su situación, aunque difícilmente lo harían, puesto que había una fuerte presencia de rebeldes en el continente que los mermarían hasta aislarlos por completo en Madagascar. La posición insular la mantendrían bajo cualquier circunstancia, ya que era el lugar donde más personas «civiles» vivían y en la cual estaba situada la base de comunicaciones que los mantenía en contacto con el resto de «Salvus» del mundo. Con todo, se mantenían estables y autosuficientes ahora.

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