15. Sierra

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23 de octubre de 2012

Italia, Florencia.

— ¡Cuidado con la Sierra, hijos de puta! — las primeras palabras de Martín salían de su boca a los gritos esa mañana a las nueve y media

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— ¡Cuidado con la Sierra, hijos de puta! — las primeras palabras de Martín salían de su boca a los gritos esa mañana a las nueve y media. Sus ojos celestes se habían encontrado con un tranquilo panorama en el gran jardín del monasterio, cargado de armonía.

La bella y delicada pelirroja era la única que estaba desayunando el gran banquete otorgado por los monjes, esa mujer parecía estar siempre perfecta por donde la mires.

— ¿Qué dice? — preguntó Emiliana antes de bajar su gran arco y flecha. Su presencia en el lugar era tan extraña e insólita como un ciervo en medio de un boulevard en pleno Madrid.

En un período de 12 meses, su persona se había ausentado por completo del Monasterio y la desconfianza por parte de Martín crecía a cada carencia de noticias acerca de su vida y la de Sierra.

Desde la disminuida disponibilidad de tiempo debido al puesto de jefa de seguridad del Banco de España, hasta excusas tan simples que ni un tonto creería y denotaban que Emiliana era tan feliz entre los brazos de la inspectora, que no tenía el tiempo ni las ganas de inventar buenas mentiras.

Andrés se preocupaba incluso hasta por su bienestar y Martín, que no soportaba verlo mal sentimentalmente, estaba comenzando a almacenar ira y una pizca de desconfianza hacia su hermana.

— Oh, se refiere a la oveja con cuernos. Es su nueva mascota— le respondió él con una sonrisa traviesa, dándole un toque cómplice con su codo.
Andrés la había echado tanto de menos que antes de hablar sobre el plan y los asuntos que preocupaban a su mente, decidió pasar un día de campo allí mismo.

El dúo estaba practicando tiro al blanco con flechas totalmente letales para los animales que circundaban por el gran patio del monasterio y la oveja que Martín tomó en brazos, no era la excepción.

Cinco años habían pasado desde la infiltración de Emiliana en la vida de Alicia.
Miles de cosas habían vivido juntas y Martín, en el fondo, bien sabía que a su hermana se le estaba yendo de las manos el asunto y que todas esas promesas que tendría que hacer para endulzarle la oreja, eran ciertas.

— ¿No crees que hay demasiada similitud entre ella y Sierra?— preguntó él al ver la expresión seria de su hermana que se colgaba el arco en la espalda y le clavaba los ojos azules por sobre los suyos, pensando en que en realidad no lo había extrañado ni un poco y deseando volver a Madrid, donde se encontraba su hogar.

Realmente le molestaban cada una de las bromas y burlas de quien fuese hacia a Alicia. Aquello era uno de los tantos puntapiés a favor del amor verdadero que corrumpía en el éxito de la misión acerca del sueño del golpe al Banco de Madrid.

Desde sus comienzos en el mundo político cargadísimo de corrupción en lo que implicaba ser agente y espía, a pesar de tomarse los casos con seriedad Emiliana sabía utilizar su agrio sentido del humor para burlarse de las personas a las que estaba traicionando.
Pero con Alicia, todo era completamente distinto.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora