𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀

09. Hello Professor

Soundtrack:

— "Hola Frank"— Sumo, Argentina, 1987.

Madrid, España, 2019

— Cariño, Aníbal me ha dado ganas de viajar a la playa, ¿Sabes?— sonrió Alicia antes de acabarse ese vasito de café repleto de azúcar de un trago.

— Aníbal, Aníbal. Ya lo nombrás como si fuera tu amigo pero no te contó ni un solo secreto, mi amor— le sonrió Emiliana mirándola a los ojos y encontrando esa seguridad y tranquilidad que solo ella le daba después de Ágata.
La tomó de la mano y se acurrucó contra ella con una pequeña sonrisa.

— No necesito que me cuente nada ya. Ese pelele no tiene nada que nos sirva, en cualquier momento se me va la mano y... ¡Ups! Se murió— bromeó Alicia, llevando un buen ánimo y riendo junto a Emiliana, quien disfrutaba de que Aníbal no dijera nada y de la poca paciencia de su mujer para las interrogaciones.

— Sos la peor del mundo, eh— le sonrió la argentina besándole la mejilla. Disfrutando los últimos instantes tranquilos junto a su pareja dentro de ese avión, donde ni Ágata ni todos los problemas existían.

— Las Sierra somos así, peor que un hacha— acotó la española tomando el rostro de su esposa para besar sus labios. Emiliana no respondió, se había quedado tan quieta que casi que inmóvil. Al oír esa frase que tanto le recordaba a Ágata, que se consideraba un hacha pero si las Sierra eran peor, implicaba que herían el doble, el triple.
Es que cualquier persona heriría más que la bondadosa de Ágata Jiménez. Alicia y la morocha eran el agua y el aceite en todo sentido, no se parecían en nada y lo único que tenían en común era que ambas estaban en el corazón de la agente.

— En la carpa te esperan como si fueras el presidente de los Estados Unidos— le dijo Emiliana después de volver a reaccionar, mientras chequeaba su celular— Cuando llegues vas a...

— ¿Quién mierda podría ser presidenta de los Estados Unidos para que la agente Sierra le investigue?— exclamó interrumpiéndola y acercándose con complicidad.

De todos esos años, Emiliana no sabía lo que era la culpa. Pero en ese instante en el que Alicia fantaseó con que la investigase, no le podía seguir el juego. Porque en realidad, la había investigado y que la conociera no era ni una casualidad.
Por lo que cuando la punta de la nariz de Alicia, se posó en su pómulo, la agente no le dio tiempo para seguir hablando. Con una sutil ligereza, enfrentó su rostro con el de la pelirroja y le estampó un beso en los labios, robándole el aliento.

— Qué aburrida, fuera de nuestros juegos en la noche cuando nos emborrachamos, nunca me pregunté cómo sería si fuera criminal y vos tendrías que interrogarme— le dijo la argentina con toda la verdad.
Es que era cierto, con todo el orgullo y dignidad que preservaba en sí, ninguna vez estuvo al salto de que Alicia descubriera que en realidad nada era casualidad, que todo había empezado en una mentira y que ella era una de las mentes maestras de los dos golpes más grandes de la historia.
Y si dejó el plan del Banco de España, no era por miedo a que la española o la policía, le descubrieran. Fue solo porque estaba enamorada de quien debía investigar y sus sentimientos ya no eran una mentira. Pero jamás sintió miedo a que su esposa se enterase de esa faceta oculta.