02. Dios

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5 AÑOS ANTES

— Me rehúso completamente a asistir a esa boda del demonio— hablaba Martín mientras conducía el reluciente coche negro por el centro de Madrid, en el medio de unas cuantas puteadas debido al tránsito.

— Aquella será la mejor bollo-boda del mundo, mi querido amigo.
Y lo mejor es que Emiliana estará feliz, llevándose el trofeo más grande por jalar el gatillo de la ejecución de nuestro magnífico plan.
Además debemos conocer a tu cuñada, Martín.
¿Qué tienes que no vas? ¿Acaso estás enfadado porque tú eras quien se quería tirar a Sierra mientras gozaba del sexo y de ser el pionero auténtico del plan?— rio Andrés gozando de cada una de las "mentiras" que su gran amiga le decía a Alicia, todo para ganarse el lado más importante, el de las fuerzas de seguridad.

— Sos un ingenuo vos... Primero que no toco a esa mina ni con un palo, ni que me paguen. Otra que, no teníamos a nadie mejor que Emiliana para fingir y ejecutar semejante misión como lo es tirarse y aguantar día y noche a esa vieja... Ingenuo es lo que sos...— Martín negó con la cabeza varias veces, adivinando mejor que nunca antes lo que ocurría con su hermana y el plan.

La conocía tanto casi como a la palma de su propia mano, ambos habían pasado toda una vida juntos, apoyándose el uno al otro, en Buenos Aires, en Palermo, en Madrid y en cualquier lugar del mundo.
Se tenían y creían que eso sería para siempre.
Como el trío dorado, conformado por Andrés y los hermanos Berrote, creían que tenían ya la batalla ganada pero llevaban todas las de perder y la ganadora, sin siquiera saberlo, había sido Alicia.
— Convengamos que mi hermana finge cañones con Sierra y que le miente todo el tiempo, con nosotros no finge... ¿Te parece normal a vos Andrés que esté verdaderamente feliz por la boda? ¿Que invite al asesino en potencia de Gandía a almorzar a su casita feliz con la Sierra más que a nosotros dos?

— A ti lo que te pasa es que estás celoso. ¿Sabes en qué consisten ellos?
En ese miedo que tienes a que Emiliana deje de ser tu mejor amiga, tu cómplice y tu compañera. Ese miedo que te quita el sueño. El de no verla jamás porque está demasiado ocupada con su familia feliz. Claro que fingida, hombre.
Vamos, es una profesional en potencia ¿De verdad crees que su futuro esté condicionado por un presunto amor hacia Alicia? ¿O por una amistad con Gandía?— soltó Andrés en un acto de total sincericidio, notablemente harto de las quejas y el odio de Martín hacia la relación de Emiliana y la inspectora Sierra.
— Te prometo yo que tu hermana jamás encontrará sentimientos, ni en la inspectora ni mucho menos en la gente del Banco de España. Ella está de nuestro lado, lo sé yo— aseguraba el español, quien le había entregado el mando completo a su amiga con los ojos cerrados y los oídos sordos.
Le confiaba tantas cosas, que el desencadenante del odio de Martín hacia ella fue esa confianza completa de Andrés.

— Emiliana es un monstruo, sí. Una terrible mente maestra criminal, mejor a la de las películas de acción berretitas estas de la televisión.
Es incluso mejor a la de Sergio que es un cobarde, un nene de pecho.
Se ve entera, completa, fuerte y sostenida en ese limbo con Alicia Sierra. Es una hija de re mil putas si se apoya en la mina para conseguir estabilidad mental y Emiliana no es así— aseguraba Martín presionando el acelerador.
— A mi hermana le entregaría mi vida y todo el mundo en las manos de no ser porque tiene una debilidad muy fuerte— respondió Martín mientras aparcaba el coche en la vereda del Banco de España y se volteaba a ver al amor de su vida sentado en el asiento trasero, viendo a la mismísima Alicia Sierra a unos metros del Banco de España, acompañando a la argentina hasta la entrada de su trabajo.

— Mi querida amiga no tiene debilidades, es igual a mí, pero en una anatomía femenina.
Solo dices esas cosas porque Emiliana es mujer. Y tu no comprendes que una mujer pueda tomar papeles rudos o cargos importantes.
De todas las mujeres del mundo, que tienen el cerebro bastante pequeño, tu hermana es una excepción. Es un regalo de Dios, bajado del cielo— le dijo Andrés sin prestar demasiada atención a las dos mujeres de enfrente y bajándose del coche, ganándole a Martín, que quería abrirle la puerta como si fuera su servidumbre.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora