18. Todo un palo

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Soundtrack:

"Todo un palo"— Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Argentina, 1987.


Madrid, España, 2019


La cumbre de una necesidad que el corazón puede sentir, jamás puede saberse en el presente, el alma entera de Emiliana pedía a gritos por la de Alicia. El amor después del amor, es en fin la salvación.

Todos los ojos que su ser podría tener, sentaban a esa pelirroja en el altar más puro y divino. La belleza estaba en todos lados, incluso para un monstruo de la altivez de la argentina, necesitaba el paraíso cuando sus campos se quemaban en fuego vivo.

La soledad la abrazó luego de salir de la carpa con la sensación profunda de que a partir de ese día, necesitaría siempre de la ayuda del resto. De esa misericordia que jamás tuvo para con nadie, excepto para Alicia, su amor más tierno. Quien estaba destruida con la noticia que acababa de obtener el equipo policial liderado por Tamayo.
Emiliana estaba condenada a una oscuridad eterna, pagando quizá toda crueldad provocada a un incontable número de personas, comenzaba a pagar un pecado ante los ojos de Dios en una penumbra viviente.

El abismo la visitaba constantemente, sin estar literalmente muerta.
No podría estar sola, la autonomía de su vida se limitaba por completo, ¿Cuántas veces había carecido de tanta empatía con las personas con dificultades en la vida? ¿Era tanta su maldad?

A pesar de mostrar una preocupación razonable por la salud de su esposa y compañera de trabajo, aquel día, Alicia se reservó a soltar cualquier suspiro de pena que delatase el profundo cúmulo de sentimientos anudados en el centro de su pecho tan quebrantado por las penas que le tocaba afrontar.

Creía que el golpe de perder un hijo, había sido la única caída por la que su esperanza pasara.

¿Por qué la vida era tan fácil para algunos y tan dura para otros? Al contrario de arrepentirse de cada acto cometido bajo la violencia y crueldad contra cualquier persona inocente, Alicia reafirmaba su oscura postura, dándole un sentido al todo. Un pago al destino.

Cada cristal era dolor del cuerpo y el alma.

En medio de todo el desorden sentimental y vivencial por la urgencia médica, Alicia, estaba destruyéndose por dentro. Todo el futuro que alguna vez había imaginado, se desvanecía junto con la visión de su esposa.
Parecía que de tanto amor sentido, sus almas se unificaban.

Alicia ni siquiera podía saber si Emiliana estaba despierta, o si estaba al tanto de su presencia en la sala de la clínica luego de la intervención quirúrgica.
Se sentía tan inoperante que su dolor pesaba aún más, ni siquiera era capaz de emitir palabras, sus cuerdas vocales temblaban y su piel estaba más pálida que de costumbre.

¿Qué iba a hacer con todo ese dolor en medio de tanta oscuridad? Más almas inocentes serían víctimas de su crueldad, de esas ansias de llegar a la perfección del amor imposible.

Absolutamente todas las vivencias con Emiliana, se limitaban a ser parte de un pasado ideal, motivo del deseo a volver en el tiempo o de que algún milagro ocurriese que le devolviera la visión. Pero ambas cosas eran totalmente imposibles y eso dolía tanto...

Alicia se sentó en el banquito tan débil como sus piernas y ni siquiera fue capaz de verla a la cara. Su mirada fija en sus pies era señal de la profunda pena que circulaba entre sus venas. Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas que caían silenciosamente, una y otra vez.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora