28. De la cama al living

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Soundtrack:

— "Yendo de la cama al living"— Charly García, Argentina, 1982.

— "La casa"— Caramelos de Cianuro, Venezuela, 2010.

Madrid, España, 2019.

 El vacío de la cama era inmenso y le hacía perder la verdadera dimensión de su cuerpo.
Sintiéndose insoportablemente pequeña, se echó a llorar.
Las fosas nasales aspiraban la fragancia de la castaña de sus sueños sin concretar. Todo eso, le era suficiente para acabar de intoxicar su sangre.
Por primera vez en años, fue consciente del frío desprendido de las paredes y sollozó la pérdida de su instinto.
El amor, le había arrasado con toda inteligencia digna y prudente.
Hasta los detalles simples de un lugar tan transitado como su habitación, habían pasado por desapercibidos.
Quizá porque nunca había tenido tiempo de prestarle atención a las pequeñísimas grietas del techo. Siempre que ocupaba en consciencia ese lugar de la cama, sus ojos estaban cerrados y el techo no gozaba de un milímetro de atención porque el placer entre ella y Emiliana excedía los límites pares.
El viento madrileño, se sentía lento y la abrumaba no poder respirar.
Yendo de la cama al living, buscaba en el oxígeno, aunque sea un solo átomo reservado por Dios un soplo de Emiliana.
Horas después, sollozó agotada de tanta pena, sin poder respirar correctamente en la ausencia del aliento de su mujer.

 A primeras horas de la mañana, se levantó a darse una ducha.
Buscando consuelo en cada gota del agua, tan ligera como la salida de los lagrimales suyos. 
Cada milímetro de esa mansión, la empequeñecía y le agrandaba la angustia.
La esencia de su pareja vivía en todas partes.
No sabía si ya había tomado un seudónimo de ciudad, tampoco le interesaba. Le bastaba con toda pena, que fuese su mundo entero.

Vio los cabellos castaños enredados en el cepillo y también el de dientes.
Se vio en el espejo y la necesidad de una buena base de maquillaje para ocultar, de su alma, las dolencias. 
Pensó en abrazarse, lo hizo y volvió al llanto incontenible. 
Estaba sola y el para siempre, la aterraba.

Disponía de miles de oportunidades para salvarse, ella y a la criatura que estaba en camino. 
Era tan simple como renunciar al puesto y en todo caso de estar abrumada, zafar de toda declaración otorgándole a Tamayo la capacidad de decidir si volar a su esposa en pedazos o detenerla.
Mientras ella disfrutaría del paraíso norteamericano y su vida de plástico, el karma arrasaría con todas sus fuerzas con la psiquis de una Emiliana torturada hasta el punto de desconocerse, en manos de sus mismísimos compañeros.
Una brecha aún más grande partiría en medio su relación y ni siquiera existirían puentes de distancia. 
Alicia se visualizó cambiando su discografía entera, despojarse de todo material relacionado a una mujer tan trascendente. 
Se imaginó en el paraíso y a Emiliana sin puertas al cielo, con el cuerpo siendo examinado por los forenses.
Pestañeó, se visualizó muerta en el mundo real, al que ni siquiera podía llamar vida si no la compartía con su pareja.

— Son las seis de la mañana— el golpe que le dio a la mesa donde Murillo descansaba, confirmó sus ansias de vencer a un destino incierto.
Semejante crimen era el espionaje y la aparición voluntariamente inteligente de Emiliana en su vida y sus convicciones policíacas, le permitieron seguir a flote. 
Quería olvidar porque no estaba dispuesta a morirse de desamor.
Dentro suyo, alguien la necesitaba.

— En una horita, más o menos estará Alberto en la ambulancia como un perro de caza, buscando el rastro de su hija— sonrió, olisqueando con ironía. Sus garras iban nuevamente al dolor de la ex inspectora y a la burla por ese derrumbe familiar.

𝓐𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora