Las velas se encargaban de iluminar bien la habitación sin embargo hacía frío a pesar de las espesas cortinas que tapaban las ventanas, la frescura de la madrugada aún lograba entrar mientras que ambos esperaban a que alguno de los dos hablara primero. Lena había expresado sus deseos de irse del castillo y el príncipe enmudeció. Se miraban fijamente, esperando alguna reacción del otro aunque pasó un buen rato hasta que el heredero se animó a romper el silencio.
—¿Estás segura? —preguntó Fionn finalmente.
—Quiero irme a casa —repitió viéndolo a los ojos—. Estuve pensando las cosas y lo mejor es que me vaya en cuanto mi brazo sane —su voz sonó un poco rara pero la compuso al final.
—Considero que es una decisión precipitada debido a los recientes sucesos —comentó alzando levemente una ceja—. ¿Por qué no descansas y lo platicamos nuevamente en unos días que te sientas mejor? —sugirió—. Duerme un poco, no hay necesidad de que lo hablemos ahora.
—No cambiaré de opinión —insistió—. Es por eso que he pedido que vinieras apenas recuperé la razón... es... es algo que tengo que hacer.
Lena no había olvidado el mensaje que le dejó su madre en sus delirios de muerte por lo que ya no iría tras el Fénix. Además que ya no quedaba mucho que ella pudiera hacer, difícilmente podía respirar sin sentir dolor y su cuerpo estaba roto. Ya estaba claro que nada bueno saldría de esa búsqueda. Lo mejor sería que se fuera. Con un poco de suerte la jauría pensaría que estaba muerta y la dejarían en paz.
Fionn asintió un par de veces pensativo antes de unir sus manos tras su espalda y dar un par de pasos vacilantes hacia ella.
—¿Recuerdas que te dije que no te irías hasta que considerara tu entrenamiento terminado? —ella hizo una mueca de lástima—. Pues, todavía no has acabado.
—Fionn...
Se vieron brevemente a los ojos, ninguno dispuesto a desistir. Al final, el príncipe se encogió de hombros aceptando la realidad.
—¿Puedo saber por qué? —dijo con una mueca—. Si es por tu seguridad ya me encargué de eso, los menacs no te volverán a molestar.
Lena frunció el ceño desconcertada, ella no había mencionado a ningún menac en las últimas horas que había despertado.
—¿Cómo supiste que ellos me hicieron esto?
—¿No lo recuerdas? —ladeó la cabeza curioso—. Hay un testigo... ¿Skandar no te dijo? —preguntó al ver que Lena no tenía ni idea de lo que hablaba.
Ella negó levemente con la cabeza.
—Skandar los encontró medio muertos a unas calles de la Plaza del Eclipse, casi para llegar a los barrios bajos —explicó con calma para que Lena pudiera procesar la información—. Por suerte Freya lo vio tratando de hacer que los tres entraran en su caballo y le ayudó a traerlos acá —la miró esperando que ella confirmara la información.
—¿Quiénes tres?
Fionn se acercó a ella preocupado.
—Tobey, él y tú —la miró esperando que ella reconociera el nombre de la primera persona—. Cierto, no lo conoces —rió levemente–. Tobey es el rubio que te ayudó a sobrevivir a los menacs que te atacaron, nuestro testigo —Lena lo miraba perpleja—. Él lo vio todo y asegura que si no fuera por su ayuda estarías muerta —suspiró y se sentó en una silla junto a la cama—, aunque si me dices que él te causó esto, estaré feliz de mandarlo a las mazmorras sin dudarlo —cruzó sus dedos sobre su regazo—. Siendo honesto, necesitábamos que despertaras para que comprobar que Tobey no ha formado parte del ataque.
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Heredera de Cenizas
FantasyUna mujer es letal incluso antes de sostener una espada entre sus manos, y una huérfana con dones extraordinarios será capaz de hacer arder por completo el continente con tal de cumplir su promesa, sin embargo los planes de Lena Newell se desvían y...