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Lena bostezó con fuerza antes de apuntar al punto rojo con la daga, suspiró y la aventó hacia la diana. El filo apenas alcanzó a clavarse en el borde, no le tomó importancia y dio otro bostezo para apuntar con la siguiente daga. Normalmente ella era buena en esta actividad pero su cuerpo ya le estaba cobrando la noche que pasó en vela, por la mañana se levantó con una sensación horrible en el estómago y en su camino hasta la Biblioteca Real el miedo de ser interceptada por los guardias del castillo la carcomía.

La amenaza de Lord Steirffall había conseguido asustarla a pesar de que el príncipe le aseguró que todo estaría bien aunque ya es mediodía y sigue sin tener noticias de él o de la guillotina lo que la pone aún más nerviosa.

—No te estás concentrando —reprendió Skandar detrás de ella después de ser testigo de su cuarto tiro fallido.

—Me duele el brazo —mintió.

—No es cierto —replicó pelando su manzana.

—¿Tú cómo sabes? —frunció el ceño apuntando el filo hacia la diana de madera y paja.

—¿Vas a tirar o no? —escuchó como le daba una mordida a la fruta.

Lena rodó los ojos.

La daga salió disparada hacia el objetivo pero se estrelló con las demás al borde de la diana y cayó al suelo. Skandar se rió por lo bajo, el hombre musculoso dejó la manzana sobre la mesa y se dirigió a su lado dispuesto a repetirle los consejos de tiro. Lena no quiso oírlo hablar sobre técnicas que no necesitaba por lo que tomó otra daga rápidamente para cerrarle la boca antes de que pudiera abrirla sin embargo su movimiento fue tan veloz que el arma se le resbaló de los dedos y le marcó una línea de sangre a lo largo de la palma de su mano.

—¡Demonios, Targara! —se quejó Lena al mismo tiempo que la daga azotaba contra el suelo.

—¡Ey! No metas a la diosa en esto, ella no es culpable de tu estupidez —la regañó clavando su mirada en la herida—. Enséñame —ordenó y Lena extendió su mano de mala gana—. Pensé que ya estabas lista para las armas de verdad, supongo que regresaremos a las de entrenamiento —habló para sí mismo yendo hacia la mesa por la jarra de vino.

—No —rezongó de inmediato—. Tenías razón, no estaba concentrada —la sujetó por la muñeca y Lena gimió de dolor cuando derramó el vino por toda la herida.

El castaño bebió un poco y regresó la jarra a la mesa, rasgó una tira de su propia camisa y vendó la herida tratando de no hacer movimientos bruscos que pudieran lastimarla.

—Debes empezar a tener cuidado o me quedaré sin camisas —comentó molesto pero con una chispa de diversión.

Lena ignoró su chiste y observó como su sangre traspasaba el vendaje hasta formar un círculo casi perfecto.

—Lo siento, no sé qué me pasó —bostezó una vez más.

La chica se agachó para recoger el arma, la limpió en su camisa y se preparó para volver a lanzarlo. Skandar se cruzó de brazos mientras inspeccionaba su perfil, Lena sintió como le miraba sus ojeras marcadas bajo sus pestañas sin embargo prefirió enfocarse en lo que estaba haciendo, no quería volver a cortarse. En esta ocasión la daga se clavó en el segundo anillo exterior de la diana pero la amenaza de Lord Steirffall resonó dentro de ella impidiéndole alegrarse por su pequeña mejoría.

—¿Dormiste bien?

—¿Eh?

—Ya me contestaste.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora