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Las doncellas iban y venían por los aposentos de la princesa, cargaban todo tipo de telas y comida en sus manos. Lena miró desconcertada la extraña escena que se desenvolvía ante ella, Henryk cerró la puerta y esa fue la señal que necesitaba para dar el primer paso.

—¡Lady Kaya! —reconoció la voz de la princesa Freya pero no supo definir de donde provenía ya que estaba parada en medio de la estancia con la cama a la derecha, el escritorio a la izquierda y un montón de personas corriendo en círculos a su alrededor.

—¿Princesa? —respondió dudosa viendo hacia cada uno de los espejos a lo largo de la habitación que no habían estado durante su visita anterior.

—¡Aquí! —la llamó y la pudo divisar en uno de los espejos, la chica de ojos azules la saludó con una animada sacudida de manos y Lena la imitó.

La castaña quiso ir hasta la princesa Freya pero seguía sin definir hacia dónde tenía que caminar, en medio de un mar de confusión sintió que estaba atrapada en un laberinto de espejos en el que sólo los expertos podrían salir.

—¡Por Linnea! —se quejó Freya desesperada—. ¡Una de ustedes vaya por Lady Kaya antes de que decida mandarlas a todas como carnada para ese lobo del que tanto hablan! —la amenaza hizo palidecer a cada una de las muchachas uniformadas, y por alguna extraña razón a Lena le causó gracia.

Las doncellas se miraron entre sí, decidiendo quién estaba realizando la tarea menos importante para llevar a cabo la orden de la princesa. Una castaña clara no tardó en ponerse en marcha bajo el agradecimiento silencioso de todas, la doncella apareció a su lado en menos de dos segundos y le dio una ligera reverencia.

—Acompáñeme, por favor —dijo mientras regresaba a su postura recta y cabizbaja.

Lena la siguió en silencio mientras veía por los espejos como varias doncellas le arreglaban la falda del vestido de gala a la princesa que estaba parada frente a un medio círculo de espejos. La princesa Freya hizo un gesto con la mano y otro pequeño grupo de mujeres le trajeron distintas piezas de joyería donde predominaban los zafiros y diamantes.

—Disculpa que te reciba en medio de este desorden, de haber sabido que tendría visitas —les envió una mirada severa a sus doncellas— habría pospuesto las pruebas finales de mi vestuario —finalizó bajando de una pequeña tarima.

—Oh, ¿no me llamaste? —frunció el ceño—. El príncipe me dijo que habías solicitado que viniera —habló con lentitud analizando sus palabras como si éstas escondieran algo.

—¿Fionn? —ladeó la cabeza—. Seguro se confundió, aunque eso ya no importa porque tu llegada casualmente ha sido muy oportuna —añadió con alegría—. Necesito a alguien que me ayude a elegir mi nueva colección para el siguiente ciclo —tomó un aperitivo de la charola que una doncella rubia sostenía y la invitó a imitarla.

Lena le sonrió a la doncella antes de tomar dos bocadillos y pararse junto a Freya quien ya había vuelto a la tarima donde una costurera le tomaba medidas.

—No quiero ser impertinente pero... —tragó saliva— el siguiente ciclo es hasta dentro de cuatro lunas llenas —habló temerosa y varias doncellas la vieron con una mueca de nerviosa.

—Eso es correcto, Kaya —le sonrió con dulzura—. Y es la misma razón por la que he decidido adelantar los pedidos —le hizo una seña a la doncella de los bocadillos y ésta se acercó.

Lena quiso preguntar algo más sin embargo su sentido común y de supervivencia le gritaron que no lo hiciera por lo que optó por llenarse la boca con el pequeño emparedado que tomó anteriormente de la bandeja de plata.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora