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Una nota de Lord Steirffall reposaba sobre su mesa cuando se levantó a desayunar, la leyó mientras jugueteaba con la avena desabrida a la que Wilinthea la había condenado por ensuciar el mantel cada noche que Skandar y Freya iban a cenar con ella; "En alguien debe de caber la prudencia", dijo la mujer antes de prohibirle por tiempo indefinido los desayunos deliciosos del palacio.

No obstante, la comida se le amargó aún más al darse cuenta de cómo Soren Steirffall lograba fastidiarla incluso estando a cientos de kilómetros de distancia. Cuando le indicó que en tres días le llegarían las instrucciones asumió que iban a ser más sencillas en lugar de traerla paseando por todo el Castillo de Obsidiana para llegar a unas segundas instrucciones. La nota le ordenaba que fuera al corredor que conectaba al castillo con la capilla para recoger los siguientes pasos que seguiría para entregar la importante carta del Lord.

No entendía porqué tanto alboroto por una estúpida carta, ¿qué podría haber en ella para que llevara tanto misterio?

Lena refunfuñó y concluyó que debía ser algún tonto chiste para el propio gusto personal del Lord, apostaba a que en ese instante seguramente estaba riéndose con fuerza de ella por tener que cumplir con sus caprichos. Tragó la avena e intentó concentrarse en lo que ella conseguiría cumpliendo con aquel jueguito y no en las carcajadas burlonas de Lord Steirffall.

Lena abandonó el plato a medio comer, aventó el papel con la caligrafía del Lord hacia la chimenea y se vistió con el vestido que la Wilinthea le había preparado al salir el sol. Henryk no se encontraba junto a su puerta cuando la abrió, supuso que estaría desayunando así que Lena se escabulló en dirección a la escalera principal tratando de no hacer mucho ruido. Últimamente la Corte había estado al pendiente de la rutina de Lady Kaya debido a la expuesta amistad que mantenía con la princesa y uno de los generales más importantes. El plan principal sobre mantener a Lady Kaya en un perfil bajo se había ido a la basura desde hacía mucho tiempo, sin embargo Lena trataba de evitar tener contacto con algún otro miembro de la Corte, de esa forma podría escapar de las preguntas que todos le harían acerca de la familia Hanker.

Subió hasta el piso previo al nivel de la familia real. El aire que se colaba por las ventanas del pasillo era más frío del que entraba en su habitación, entonces recordó porqué dejó de acudir a los aposentos de la princesa y le propuso pasar el rato en su propio cuarto. Las paredes blancas tenían enormes grabados dorados que escribían las oraciones más comunes entre la población, unas dirigidas a Eilan, la diosa de la belleza y felicidad, otras más a Novcar, el cuidador de la sabiduría, y, por supuesto, unas cuantas a Linnea, la dadora de milagros.

Entre los libros que leía y los dichos populares que se sabía de memoria, siempre había concluido en que Linnea era la diosa a la que cualquiera le podía orar sin importar si se trataba de un humilde campesino o de un desalmado asesino, ya que para Lena, siempre hay una razón por la cual rezar. La castaña, a pesar de estar al tanto de que Novcar velaba por todos sus súbditos desde las estrellas, consideraba a la diosa de los milagros como la legítima madre de los mortales.

Siguió la lectura de oraciones hasta llegar al puente con arcos que eran abatidos por una brisa helada. Entró en el corredor abrazándose a sí misma, admiró la vista de la capital matutina cuyos níveos edificios absorbían los rayos de las primeras horas de la mañana, tiñendo a la ciudad de un color amarillo pastel que contrastaba con el usual blanco.

Ubicó el punto donde la piedra clara del interior del puente se transformaba en el azabache profundo de la obsidiana y lo tocó, miró con sumo interés como su dedo dividía la oscuridad de la luz. Llevaba cerca de dos meses viviendo en el palacio y seguía maravillada por la manera en la que el mármol blanco se transformaba en obsidiana negra y viceversa. Unos pájaros pasaron volando junto a ella atravesando el puente por los arcos y se posaron en el alféizar de una ventana en el piso superior, los observó acicalarse así mismos y luego revolotear al nido que se habían creado dentro de un hoyo en la roca oscura.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora