Las puertas se cerraron a su espalda separándola del general quien le deseó suerte al despedirse. Las notas del cuarteto situado en una esquina disimulaban el silencio de la habitación. Lena se preocupó por no estar vistiendo lo adecuado para la ocasión pero se convenció a sí misma de confiar en los instintos de Wilinthea.
Se refugió en una columna blanca adornada con cortinas espesas, tocó los leones dorados tejidos en ellas y analizó el ambiente que la rodeaba. Las velas en los múltiples candelabros y candeleros provocaban que los tocados de su vestido brillaran más de lo que debían, un paje se apiadó de su soledad y le ofreció una copa de vino.
Estaba por tomarla sin embargo Lady Cassia interfirió por ella y aceptó la bebida por Lena. La rubia le sonrió ampliamente antes de darle un sorbo causando recelo en Lena, la última vez que hablaron quiso presionarla para revelarle información de su llegada y no estaba interesada en saber qué era lo que quería ahora.
—Vaya, qué agradable sorpresa encontrarte en un evento como este —le envió una mirada asesina al muchacho y éste se fue tan pronto como llegó—. Supongo que la princesa consideró que tus modales son lo suficientemente apropiados como para ser puestos a prueba en público —comentó con una sonrisa burlona antes de beber de la copa.
Lena notó que ya no le hablaba con el mismo tono petulante y altanero, esta vez su voz era dulce pero con un poco de veneno.
—Después de tu clase sólo bastaron tres sesiones más para acoplarme al protocolo de la corte —las finas cejas de Lady Cassia se arquearon—. Agradezco tu generosa participación en mi adaptación —le devolvió la sonrisa con la misma actitud pasivo-agresiva de Lady Cassia.
—¡Qué dices! —exclamó antes de negar con la cabeza—, sólo seguí el ejemplo de mi futuro rey —dijo fingiendo la humildad que carecía.
Lena alzó las cejas incrédula de la actuación que le estaba montando, los fénix que colgaban de sus orejas se reían de ella más fuerte que la última vez. Inspeccionó las manos de la rubia esperando hallar el anillo que había visto en la mano de Gem aunque no hubo más que diamantes y oro adornando aus dedos.
—Desconozco el motivo de esta cena —comentó Lena un poco apenada—. ¿Serías tan amable de decírmelo? —entrelazó sus manos sobre su regazo.
—Por supuesto —sonrió felinamente—. Eres nueva en el Castillo de Obsidiana y deberías saber de todo tipo de evento que se desarrolla en mi corte —alisó la falda de su vestido marrón con pajaritos blancos que la hacían lucir más pálida—. La reina organizó esta cena para ti y para Lord Steirffall, nuestros invitados de honor extranjeros.
—¿Quién es él? —preguntó con suma curiosidad.
—¿No lo sabes? —preguntó con ironía—. Bueno, era de esperarse de alguien como tú —un hombre de traje rojizo entró a la sala y las saludó mientras caminaba hacia ellas.
La castaña estaba a punto de demandarle que se disculpara por su agrio comentario, sin embargo una voz interna tiró de las riendas de sus impulsos y la obligó a tragarse su coraje recordándole que en ese momento ella era Lady Kaya, una refinada dama, y no la salvaje Lena Newell.
—Haznos un favor y no hables durante toda la cena, ¿quieres? —dijo Lady Cassia con una sonrisa socarrona como despedida.
La rubia fue a darle encuentro al hombre del traje rojizo y lo apartó de Lena antes de que tan siquiera pudiera llegar a ella para presentarse. La muchacha se abstuvo de rodar los ojos por miedo a que alguien del personal se diera cuenta y comenzara otra cadena de rumores que en este momento no necesitaba.
La melodía del cuarteto se detuvo y en las puertas por las que Lena había entrado aparecieron tres coronas, una completamente hecha de zafiro, una dorada con piedras cerúleas incrustadas y otra forjada de lo que parecía ser oro azul.
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Heredera de Cenizas
FantasyUna mujer es letal incluso antes de sostener una espada entre sus manos, y una huérfana con dones extraordinarios será capaz de hacer arder por completo el continente con tal de cumplir su promesa, sin embargo los planes de Lena Newell se desvían y...