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Skandar Dankworth, el afamado León de Hierro y recién ascendido a General del Norte, divisó en el cielo las torres negras del Castillo de Obsidiana mucho antes de salir del espeso bosque y se regaló unos segundos para apreciar el atardecer que resplandecía en los tejados blancos de la extensa ciudad que estaba ante él. Admiró la belleza del lugar que lo vio crecer antes de seguir avanzando junto a la caravana del rey, Skandar había extrañado su hogar.

Al cruzar el puente de piedra caliza el caudal del Río Sorey lo recibió con un poco de húmedad y brisa fresca a los que percibió como una bendición de los dioses después de seis semanas viajando por las tierras calurosas de Jifre.

La tradicional trompeta que anunciaba la llegada del rey sonó con fuerza y en un par de minutos los citadinos ya se encontraban recibiendo al rey con flores y alabanzas mientras los soldados del General Dankworth vigilaban a cada persona que se le acercaba demasiado al caballo negro azabache del monarca. La gente de Morttland estaba más que agradecida con el rey que había traído poder y gloria a su nación después de someter a casi todo el continente; sin embargo, los rebeldes de los demás reinos vencidos eran una amenaza para la corona, y matarían sin dudar a su conquistador en la primera oportunidad posible.

—Dankworth —la gruesa voz del hombre con la corona de obsidiana lo llamó desde la punta de la caravana mientras hacía un ademán con su mano vestida con los anillos de cada casa de la realeza enemiga que había tomado durante los años de guerra.

Skandar trató de no observar demasiado la lechuza de plata y oro en su dedo anular, y se apresuró a colocarse junto al rey; el golpeteo de las herraduras de su yegua sobre la calle empedrada le hicieron saber al monarca que ya estaba a su lado antes de poder saludar.

—Majestad —dijo.

—¿Siempre tendremos que lidiar con este desfile? —preguntó entre dientes para disimular su molestia con una sonrisa hacia sus súbditos.

—Estoy seguro de que el Capitán de la Guardia Real habría cerrado las calles de haberse enterado de nuestro anticipado regreso —comentó sin despegar la mirada del camino, aunque sus hombres estaban abriendo paso Skandar debía seguir alerta. Al no recibir una respuesta del hombre junto a él, añadió: — Me encargaré de que no vuelva a suceder —afirmó sin hesitar.

El rey Francis Wolfhard volteó a mirarlo por primera vez en toda la conversación, Skandar no supo exactamente qué parte de él estaba juzgando ya que no se arriesgó a devolverle la mirada; para él, estar siendo analizado por el hombre más poderoso del continente era equivalente a ser un insecto en el piso mientras una bota amenazaba con pisarlo, Skandar odiaba ser el insecto.

—Jifre fue difícil —retomó el rey— y aun así lograste mantener todo bajo control —Skandar le devolvió la mirada, ese reconocimiento no lo esperaba—. Estoy seguro que los meses siguientes no serán tan diferentes —habló por lo bajo mientras le sonreía a su gente—. He planeado cosas nuevas para nuestra posición en el norte y para conseguirlas necesitaré que estés completamente concentrado en tu futuro en mi ejército, ¿puedo confiar en que no habrá distracciones?

Skandar supo de inmediato qué quería decir con "distracciones".

—Por supuesto, su Majestad —el chico de ojos grises contestó sin titubear.

El rey saludó a sus súbditos antes de continuar con la plática.

—Perfecto —sonrió a la multitud—. Mañana ponte a disposición de Freya y asegúrate de que nada ni nadie la moleste —dijo mientras saludaba a su pueblo—. Si alguien se le acerca, notifícame —ordenó secamente y aceleró el paso, dejando a un molesto y confundido Skandar atrás.

Le pareció ofensivo que el rey le haya ordenado hacer tal cosa ya que él siendo uno de los más jóvenes y mejores guerreros entre las filas de Morttland fue rebajado a realizar las tareas de un guardia novato. Cumpliría con la tarea aunque no por gusto, a veces pensaba que su edad era una desventaja frente a los ojos del rey porque todos los demás generales eran hombres con muchos más años en este mundo a comparación de Skandar y le molestaba tener que recordarle a todo el Consejo de Guerra que no lo ascendieron a general por su apellido sino porque era igual o mejor que todos ellos en el campo de batalla y lo demostró al ganar la avanzada de la frontera oeste en Arysthron que tanto habían estado necesitando. Sus enemigos en Lytios, los rebeldes en Jifre y cada maldito hombre en Hermea lo respetaba, todos menos el rey y el resto de los generales; hallaría la forma de hacerlos respetarlo, se esforzaría para conseguirlo.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora