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Fionn podía sentir la mirada pesada de la chica mientras comía y si fuera igual de maleducado que ella le gruñiría para que se detuviera, sin embargo eso iría en contra de sus modales y no debía ceder ante el salvajismo de Lena. Skandar lo puso al tanto de la discusión que tuvieron por la mañana, al parecer Lena le mantenía cierto rencor a sus soldados y Fionn no la culpaba por ello ya que él conocía lo crueles que podían llegar a ser las tropas de Morttland aunque desde el punto de vista del príncipe no era justo que embarrara a Skandar con los errores de otros hombres, y en todo caso, Lena debería redirigir su odio hacia el rey por no poner un alto al desastre de sus guerreros, por supuesto en caso de que no lo odiara aún. El príncipe no pudo evitar preguntarse si Lena lo odiaría a él también, sí, la arrastró hasta su castillo sin tener su consentimiento pero gracias a eso recibió la atención de las mejores sanadoras, estaba rodeada de lujos todos los días y recibiría clases de pelea que había pedido... ¿eso debía ser suficiente para no odiarlo, no?

El príncipe solamente deseaba que ella estuviera cómoda y feliz en lo que él lograba descifrar los extraños sueños que lo acechaban desde semanas atrás. En el poco tiempo que llevaba conociéndola no le parecía que hubiera algo extraordinario en ella, si acaso, lo único que podría considerar interesante era su alma que parecía ser alimentada por el mismo fuego eterno de un incendio. Lena era... desmedida e impulsiva. Por supuesto que sabía la travesura que había hecho recientemente; engañó al guardia para llevarla a los jardines y lo manipuló para traer símbolos de una nación sometida, toda la Corte conocía lo segundo y por supuesto el chisme había llegado a oídos de su padre quien no estaba para nada complacido con eso y por lo tanto tampoco con Fionn. Durante la mañana de aquel mismo día el príncipe solicitó tener una audiencia privada con el rey para explicar todo lo ocurrido pero la audiencia le fue rechazada y tuvo que verse obligado a escribir una carta detallando la repentina presencia de Lady Kaya en el palacio, la carta se la regresó abierta y sin respuesta. Ese comportamiento le preocupaba más de lo que le gustaría ya que su padre no solía ser el tipo de hombre que se quedaba callado y de brazos cruzados. Fionn sabía que el rey haría algo al respecto y sólo le quedaba rezarle a los dioses para que pudiera anticipar su movimiento mucho antes de que le cayera directo en la cara.

Vio a Lena limpiarse con delicadeza las comisuras de sus labios con la servilleta de tela preparándose para comenzar con el postre a su derecha. Fionn extendió el brazo y apartó el pastel de ella antes de que pudiera picarlo. La castaña le hizo una mueca y él no cedió ante la mirada quejumbrosa que le dispararon esos grandes ojos marrones.

—Tengo buenas noticias.

—¿Me vas a dejar ir?

Fionn sonrió burlonamente.

—Algún día —respondió y Lena resopló—. Tu estadía en el castillo ya es oficial, ¿celebramos? —alzó su copa y se quedó esperando la de ella—. Vamos, no quiero beber solo —ella entrecerró los ojos considerándolo, y al final no bebió nada.

Fionn dio un largo trago a su copa de cristal mientras la luz de la tarde caía en el cabello de Lena haciéndolo lucir más claro de lo que era.

—¿Y cómo lograste que encajara en la Corte? —inquirió balanceando los pies desnudos bajo la mesa.

Realmente ella era un espectáculo, casi se carcajea al verla salir descalza de los aposentos de su hermana cuando fue a buscarla y le pareció aún más gracioso los pasos pequeños que dio durante todo el camino de regreso para ocultar su falta de calzado de él. Wilinthea le aseguró que la muchacha caminaba con la gracia de un animal, y no mentía. Por lo menos ya sabía comer correctamente.

—No estarás activamente en ella —declaró sirviéndole más agua a Lena.

—¿Qué significa eso?

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora