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El asiento del sillón estaba bastante cómodo como para que Lena cambiara de posición, Wilinthea por fin le había concedido usar un vestido más ligero a comparación con los demás dentro del armario. La tela amarilla combinaba con los arreglos naranjas en su cabello ondulado y la simple joyería del día, no podía existir un mejor atuendo para la campesina que no fuera un sencillo vestido fresco para desperdiciar la calurosa tarde sumergida en las historias de hombres que alguna vez fueron grandes sabios y extraordinarios aventureros.

El pesado libro recaía sobre sus piernas sin embargo eso no la detenía de continuar leyéndolo. Pasaba las hojas entretenida con la historia de un integrante de la familia real de Arysthron quien hace cientos de años para poder demostrar su valor, el hijo menor de los monarcas aceptó una aventura a las cavernas del Bosque de Orlow donde habitaba el cíclope que atormentaba a los viajeros y como prueba de su éxito debía llevar el ojo del monstruo ante la Corte.

Lena fascinada con la travesía de ese príncipe se recostó en el sillón mientras una sonrisa se le dibuja conforme avanzaba entre las páginas. Le encantó que el muchacho no se hubiera rendido ante las adversidades que se le presentaron en el camino y una vez estuvo cara a cara con el gigante devora hombres lo enfrentó sin titubear. No obstante, el príncipe era sólo un hombre, y solamente pudo vencer al cíclope con la ayuda de un amigo que hizo durante la pelea. Un lobo enorme, de pelaje gris y ojos rojos lo salvó de ser aplastado por una colosal roca que el cíclope le había arrojado.

La castaña inmediatamente pensó en la capa que la familia real le había regalado y en el pelaje blanco que perteneció primero al gran lobo. Había escondido esa prenda en lo más recóndito de su ropero para su propia paz, verla colgada la hacía sentir culpable por su muerte.

El colgante de plata empezó a pesarle en el cuello, y la chimenea se encendió en un fuego moderado, colocó el libro en la mesa de centro con temor de prenderlo en llamas también. Desde que el escudo se botó en el pasillo de aquellos símbolos hace unos días con Fionn, sus poderes habían estado más volátiles que de costumbre, cualquier pensamiento intenso los disparaba como si fuera el arco de una flecha.

La puerta principal de sus aposentos fue tocada un par de veces, se apresuró a tomar un jarrón y aventarle el agua de las flores a la chimenea. Posó el florero de regreso a la mesa de centro junto al libro y contestó al llamado.

—Adelante —vociferó retomando su asiento en el sillón.

El corpulento hombre entró vistiendo su impecable armadura plateada con el león de Morttland parado en dos patas grabado en el peto, sus ojos grisáceos se clavaron directamente en los de ella y Lena luchó por permanecer sentada, ya que en ese momento no sabría si lo golpearía o abrazaría primero.

—¿Se te perdió algo o ya recordaste que tenías una amiga? —le reprochó mientras él cerraba la puerta detrás de sí.

—Habría venido antes sino fuera por mis deberes como general —se excusó logrando que la chica definiera lo que haría si se atrevía a acercársele, le clavaría un puñetazo en la cara.

Lena lo observó dar unos vacilantes pasos hacia ella, la veía a los ojos pero su atención no estaba en ella sino en algún debate dentro de su cabeza.

—Sé que lo que te hice no era lo óptimo para manejar la situación —habló con una voz queda mientras Lena se levantaba del sillón— aunque debes saber que fue pensando en tu propio bien —la chica rodeó el mueble para ir a la mesa con vista hacia el balcón—. También sé que solicitaste una junta conmigo anoche, si te la negué fue porque no iba a poder hablar con nadie que no fuera del Consejo de Guerra durante varias horas —la castaña se sirvió agua dejándolo a sus espaldas—. Reconozco que es un poco confuso todo esto y que tal vez estés molesta pero todo lo que hice fue por tu bien —Lena le dio un sorbo a su vaso—. Me importas y no me gustó en absoluto verte tan alterada por los daños colaterales de otros —ella giró sobre sus talones comprendiendo a quién se refería.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora