39. Diego.

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Todo tiene un color de rojo atardecer.

De ese, que no es tan violento, un anaranjado que hace ver todo el panorama cómo si todo fuese cálido.

Hay cierta paz en mi interior que me hace querer ser libre de nuevo y es entonces, que lo veo... Tan distante y hermoso, cómo siempre me lo ha parecido y trato con todas mis ganas de buscar en mi cabeza cualquier referente en los cómics sobre qué debería hacer ahora.

Esa valentía de la que siempre he leído y nunca he podido simular... Lo veo ahí, con ese cabello rubio cómo el sol, tan alto como el mismo cielo, tan esbelto cómo lo son los ángeles y tan vehemente como mis recuerdos. Lo veo ahí, salir de la escuela mirando cabizbajo con esos ojos azules de príncipe...

El príncipe.

Entonces, nuestros ojos se encuentra en medio del mar de rostros, casi cómo si algo entre nosotros nos llamará y entiendo, que no importa cuánto lo quiera ocultar o cuánto desee olvidarlo, siempre me será imposible hacerlo.

Cris camina dudoso a mi lado, mirando lentamente a nuestros costados cómo si quiera estar seguro de qué puede ir junto a mi.

Antes de que se acerque más asiento y me doy media vuelta caminando lejos del estacionamiento, en dirección al parque que está frente a la escuela. Puedo oír a Cris caminando detrás de mi pero no volteó a verlo, camino directo hasta la esquina más alejada del lugar, lo hago porque no quiero hacer más chisme de los que ya rondan a nuestro alrededor.

Me detengo frente a unos columpios y me siento en uno de ellos, esperando que Cris haga lo mismo. Y miró al cielo, todo tiene ese color a nostalgia, una hora dorada que pinta todo con polvo naranja.... y cierro los ojos cuando decido hablar.

— Está bien.— Le digo y aunque no lo estoy mirando, sé que Cris me esta observando mi rostro. — Puedes hablar.

Y sus ojos caen al piso, formando en su rostro un puchero de dolor... no quiero sentirlo pero, tengo pena por él.

— Lo siento mucho.— Comienza dejando escapar desde ya una lagrima gruesa. Vuelvo a cerrar los ojos. — De verdad, lo siento mucho...

—¿Por qué?

— Por todo— Me dice sorbiendo sus lágrimas por la nariz. — Yo... lo siento por todo.

Cris se toma un minuto antes de continuar hablando, lo escuchó volver a limpiarse la nariz pero me obligo a no mirarlo, lo hago por que mi corazón es débil y porque sé que, si lo hago... estaré perdido.

— Sé... sé que te he lastimado mucho. — Continúa con la voz destrozada, puedo ver por la esquina de mis ojos que aprieta las correas del columpio con fuerza. — Sé que he lastimado a mucha gente, no sólo a ti... pero... No quería que las cosas fueran de esta manera, yo sólo quería que tú...

Pero quizá es por que su voz está tan rota como la manera en la que me siento, quizá porque me siento tan impotente, tan frágil al oírlo así que no puedo evitar que las lágrimas se acumulen debajo de mis párpados y comienzo a llorar despacio. Hay tanto dolor en mi, hay tanto remordimiento en su voz y en mi mismo que toda esa frustración y estrés acumulado sale de mi cuerpo llorando.

— Quería que volvieras conmigo. — Dice y llevo mis manos a mi rostro ocultándolo de él y de quién sea que pueda ver lo destrozado que me siento en este momento. — Sé que es egoísta... sé que todo lo que he hecho ha sido egoísta pero... estaba dispuesto a lastimar a todos, inclusive a mi mismo mientras tú... te mantuvieras a mi lado.

Cris vuelve a quedarse unos minutos en silencio mientras trata de apaciguar su llanto, yo no puedo hacerlo. No puedo porque es la primera vez en mucho tiempo que escuchó hablar a Cris con tanta franqueza.

— Diego— Dice aún con el rostro mojado de lágrimas y en medio de mi propio desastre de lágrimas y llanto toma mi mano entre las suyas, ambas están temblando , cómo dos hojas que son mecida por el viento, uno furioso y temeroso de la tormenta entre ambos. — Lo siento mucho, de verdad... sé que no merezco nada de tu parte, que estás decepcionado de mi, pero créeme que a pesar de que estaba dispuesto a lastimar a todos por tenerte, al único que no quería hacer daño fue a ti y yo... — Y ahí está de nuevo, las lágrimas venciéndolo , haciendo que se lleve nuestras manos a sus labios temblorosos. — Te hice mucho daño, lo hice y lo siento mucho...

Y no puedo evitar tener compasión.

Así que tomó a Cris entre mis brazos y dejó que lloré en sobre mi cuello mientras siento su cuerpo temblar junto al mío, sus lágrimas calientes resbalan por mi piel y sus brazos se aferran a mi espalda cómo si de eso, dependiera su vida.

Redención.

¿Cuántas veces...no suplicamos por ella?

— Lo siento, lo siento, lo... siento.

— Está bien— le digo palmeando su espalda.— Está bien.

Y por un momento, después de tanto tiempo... sé que es verdad.

Blue RoyaltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora