2. De helado y películas cursis.

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Mi corazón se rompió en mil trocitos en el instante en el que llegué a mi casa, mamá trabajaba de enfermera y no había un papá ni nadie más que me ayudará en mi desgracia.

Vivía en un apartamento cerca de mi escuela, de esos condominios que viven cien personas en un sólo edificio (sólo exagero) así que, cuando llegué a casa no había ni sombra ni perro que me ladrará, un verdadero alivio pues en cuanto di mi primer paso en la alfombra, el mundo se vino abajo. Y me rompí llorar tan salvajemente que debí dar más vergüenza que pena.

En serio, aquello no era llorar yo más bien estaba berreando... compréndanme un minuto, acababa de romper con mi primer novio es decir, los últimos nueve meses no sabía dónde terminaba mi existencia y empezaba la de él. 

¡En serio éramos unidos! 

Éramos muy diferentes pero de igual manera, similares en las cosas importantes... Fue mi primer amor y en ese momento el dolor que provocaba su ruptura me hacía sentir que el corazón jamás iba a volver a estar completo, me faltaba el aire y ¡Hasta morada me había puesto!

¿Cómo decir adiós a algo que creías perfecto?

¿Cómo decir adiós a la única persona que te había visto como lo mejor de su vida?

¿Cómo tiras a la basura tus recuerdos?

En algún punto de mi llanto escuché el teléfono de la casa sonar repetidamente, pero yo no estaba de humor para contestar, la mayoría de las llamadas a mi casa eran de mi tía queriendo hablar con mi mamá pues bien, por esta noche que ambas recordarán que estábamos en el siglo XXI y qué ambas tenían teléfonos móviles. Así que la contestadora, atendió.

¿Eh? Sí yo... ¿Habló ahora?

Era una voz masculina, de fondo se oía que hablaba con alguien más. La verdad al momento no me importó, continúe con mi drama personalizado e ignorando la voz, continué mi llanto.

¿Enfermera Lupita? Ehhh... Soy Adam el hermano de Oliver...Bueno, en realidad no sé si me recuerda pero... Sí, que idiotez por supuesto que no me recuerda... ¡En fin! Tengo su carnet del hospital digo, por si se preguntaba dónde estaba pues... lo dejo en la mesa de la cafetería, no sé vaya a espantar, su teléfono venía ahí escrito... yo, bueno sólo llamé de vuelta a este número y dígame dónde se lo paso a dejar y... yap, chao.

Mire incrédula al teléfono ¿Quién demonios era ese tipo? ¿Acaso mamá estaba teniendo novio? ¡Genial, lo que me faltaba!

¡Mi madre tiene más suerte en el amor que yo!

Sintiéndome más miserable de lo que estaba antes, sorbí mis mocos y lágrimas y me encaminé hasta la cocina. Si hubiésemos estado en Norteamérica o en cualquier película de Hollywood hubiésemos narrado aquí la escena donde yo (La chica del corazón roto) iba al refrigerador y sacaba el tarro de helado para volver al sillón y mirar envuelta a una frazada a Ryan Gosling en su papel legendario de "El Diario de Noah" pero eso no iba a ocurrir aquí.

Sí, fui al refrigerador pero ¡Venga! mi madre no podía darse el gusto de gastarse el dinero de la despensa en helado, más bien estaba repleto de verduras y algunos lácteos (Que no eran helado) sino más bien los yogures de mi lunch de la semana.

Con una mueca de asco tomé un par de esos vasitos no buenos para el ecosistema y me atragante de yogurt bebible de manzana... ¡Ah sí! Mi vida era tan patética en este estado deplorable de lastima y auto compasión. Prendí el televisor y al ser cerca de las ocho de la noche las telenovelas mexicanas estaban próximas a dar inicio... Pues que más daba, algo de drama no venía nada mal a mi vida en ese momento.

Así que en esa situación me encontró mamá. Con el uniforme aún puesto, despeinada y con su rímel en mis mejillas viendo a William Levi engañar a su supuesta novia con su propia prima...

–¿Qué te pasa loca?– Esa era mamá, siendo tan sensible como de costumbre. La miré desde el sofá y le hice un puchero mientras mis lágrimas caían una a una ensuciando el suéter gris con ese estúpido logo estudiantil– ¿Isa?

– Me dejó Cris.– Chillé, volviendo a enterrar mi cuello como vil avestruz en mis rodillas. Mamá se acercó a mí con grave preocupación y tomó mi cabeza entre sus manos.

– ¿Qué?– Preguntó con escepticismo. Es que así eran las mamás, para ellas somos lo más perfecto en este mundo, para mamá era casi imposible que alguien me hubiese roto el corazón.  

Asentí con los labios mordidos, mamá dejó su bolsa de trabajo gigante y se sentó a mi lado sin decir nada, simplemente dejó caer su brazo alrededor de mis hombros mientras lloraba.

No había hecho tarea ¡Y tenía un montón! Quizá mamá podía hacer un justificante donde especificará que tenía el corazón roto y por eso no podía ni escribir.

Miré por la ventana, mi carruaje se había vuelto calabaza, los corceles se habían transformado en ratones y mi oportunidad con el príncipe encantador había llegado a su fin. Claro, eso a ti no te sorprende porque sabemos que los príncipes, siempre terminan por convirtiéndose en sapos.

Blue RoyaltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora