13. Fluorescent adolescent

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Han masacrado (casi literalmente) todo rastro de lo que pudo haber sido un cuento de hadas para mi vida.

Mi madre no me dejó conocerlos nunca. Ella no quería que su hija se creyera que necesitaba un príncipe azul o un caballero de brillante armadura para salvarla. No señor, ella quería que yo aprendiera a patear culos sin necesidad de tener un hombre a mi lado.

No la culpo, yo también hubiera criado a mi hija como una luchona si mi esposo me hubiera engañado con su becaria que tendría más o menos la mitad de su edad. Ya sé, qué familia más convencional.

El problema era que yo no siempre he podido ser como mi madre quiere que sea. Por más que he intentado defenderme a mi misma, casi nunca lo he logrado. Casi siempre, es alguien quién termina salvándome...

Delante estaba Isa, rascándose con su lápiz la cabeza y mirando su apunte cómo si estuviera en otro idioma. Mirándola tan consternada, no pude hacer otra cosa más que soltar un suspiro agotada, había estado tratando de explicarle casi dos horas y media el ciclo de Kreps y ya me había comenzado a desesperar.

— Entonces– comienza ella–, dos fostatos y un piruvin fosfato hacen...

Rodé los ojos.

Qué Dios la ayude, porque yo no puedo, enserio.

-No.— Replique, mostrándole el esquema por séptima vez.- La última reacción del ciclo de Krebs consiste en la oxidación del malato a oxalacetato. — Dije, subrayando la oración.— La reacción, catalizada por la malato deshidrogenasa, utiliza otra molécula de NAD+ como aceptor de hidrógeno, produciendo NADH...

-¡Dios!- Suspiró, desconsolada.- ¡Esto es muy difícil! No creo que pueda lograrlo...

La miré en silencio mientras escondía su rostro entre sus brazos enterrando su rostro en la mesa de su comedor. Realmente lucia frustrada y aunque ya no me quedaba paciencia, observé el reloj de su pared.
Eran casi las seis de la tarde, mi vista viajó a un retrato que estaba al lado, era una foto de ella y su madre en algún parque de diversiones, ambas sonreían a la cámara.

Entrecerré los ojos, algo dolió en mi pecho. Me gustaría ser así con mi madre, desde la primera vez que oí de Isa por los labios de Diego he pensado que ella y yo tenemos mucho en común, sabía que sólo contaba con el apoyo de su madre y por un instante pensé que eso nos hacía muy similares pero me había equivocado mucho. Su madre y ella parecían amigas, de esas que realmente se toman tiempo para pasar juntas en cambio yo... suspiré cansada de mi propia autocompación de siempre, esto de la depresión me enfurece, odio sentirme de esta manera.

- Oye.— La llamé, picandola con la goma de mi lápiz. Isa murmuró algo irreconocible.- Deja de quejarte y levántate, no puedes darte por vencida tan fácil. ¿Cómo quieres aprender algo si lo dejas a medias?

-No lo entiendes.— Murmuró sobre su brazo.- Soy muy mala en esto, no se me da nada las ciencias, Lau.

-Chica– Alargué la palabra con aburrimiento.—, no importa que seas mala o no, lo que importa es cuanta resilencia tienes.

Ella volvió a quejarse sobre todo esto y al final, casi como si doliera, volvió a levantar el rostro y tras un suspiro de conformismo tomó el libro que esta frente a ella y volvió a comenzar a leer una vez más, el tema.

Sonreí satisfecha. Sí, en definitiva, me gustaría ser como ella.

(...)

- Llegas tarde ¿A dónde estuviste?- Me preguntó mi madre una vez que entré a la casa. A pesar de su pregunta, no se movió de su lugar. Esta sentada frente a su computador en la mesa del comedor, no levantó la mirada de la pantalla para verme, pero aún así sabía que esta atenta a mis movimientos. Mi pecho se oprimió en una sensación horrible de asfixia. - ¿Laura?

Blue RoyaltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora