37. De correr entre la bruma.

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Mamá está hablando con alguien, Isa no está aquí.

Y por alguna extraña razón, me siento aliviado.

Mamá voltea a verme, entre nosotros se siente este silencio extraño y ahora me doy cuenta de que realmente somos extraños disfrazados de madre e hijo.

Ella se hace a un lado, veo a una mujer que no conozco mirarme con compasión. Me abrochó mi chamarra y salgo de casa.

El frío cuela hasta los huesos, me hace doler cada una de mis articulaciones pero por un momento, vuelvo a sentir alivio... quiero sentir algo más que dolor.

Camino sin rumbo, por ahí tengo la mala costumbre de caminar sin pensar para limpiar mis pensamientos y es invierno ahora y todo lo que veo son esas hojas caídas de los árboles y me preguntó ¿Cuándo volverá la primavera?

Y el sentimiento de querer más que invierno me come la cabeza y me siento traicionero.

¿Cuánto más tengo que esperar?

¿Cuándo podré verte de nuevo?

Pero yo veo a Oliver en todos lados, lo veo en cada uno de los lugares que he visitado hoy, aquello de los que aún no me puedo despedir, aquellos que no me atrevo a recorrer con nadie más.

Lo veo en el viejo parque en el que solía llevarlo, esos juegos vacíos que parecen deprimentes, lo veo en los lugares en los que solíamos comer, aquellos donde no me di cuenta de lo afortunado que era al tenerlo a mi lado.

¿Hay algún sitio aquí, que no me recuerde a él?

Un pedazo de cristal que rompe entre mis costillas, que se retuerce en cada recuerdo que me trae esta ciudad.

Por un momento, me siento enfermo de nostalgia.

¿Cuándo va a parar esta sensación de que me falta algo, de que no puedo respirar?

¿Cuándo volveré a sentir que no me falta corazón?

Mis ojos siguen recorriendo esta ciudad helada, lo extraño tanto que siento voy morir y me pregunto si realmente volveré a verlo, si hay un más allá de los que habla las religiones, de sí existe eso y cuándo es tan pronto para verlo una vez más.

Algo vuelve a doler en el pecho.

Me hace sentir pequeño.

Entonces caminó un poco más, donde el puente negro cruza la ciudad y su río y mi reflejo en las aguas congeladas me miran con tristeza en ellos.

¿Quién es ese chico que me mira desolado?

¿Qué queda de mi?

Yo no era nada antes de ti.— Pienso, mirando el cielo, dónde se supone se va la gente buena. – Yo no era nada antes de ti, todo yo te pertenecía, toda mi vida... te pertenecía.

La gente debe creer que algo así era inevitable, qué cuando uno tiene un familiar enfermo se tiene que preparar para lo peor... y es verdad en parte ¿Cuántas veces no me pregunte qué pasaría cuando llegará este momento? ¿Cuántas veces temí por él? Pero a pesar de todo, cada vez que este pensamiento pasaba por mi cabeza lo espantaba de mi mente por que sinceramente, creía en milagros y no quería, me negaba totalmente a qué esto pasará.

Sólo pensaba en él.

En el dolor de él.

En hacerlo feliz.

En mantener su tratamiento.

Así fuera extenuante, así fuera fatigante estar a su lado, así tuviera que vivir por y para él, así tuviera que pasar horas en el hospital a su lado, así tuviera que tener mil trabajos... no importaba, yo era de él, mi tiempo... era de él.

Blue RoyaltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora