Leo Cortázar tiene tres lunares el cuello, otros dos debajo de la nuca, uno debajo de su labio inferior, otros dos en ese huequito del inicio del cuello.
Leo Cortázar tiene tantos lunares en el cuerpo, que me preguntó si él mismo es una constelación.
Leo Cortázar me sonríe cuando me atrapa viéndolo mientras regresa de mi cocina con un vaso de agua. Realmente parece feliz de mirarme más tranquila y por extraño que parezca, me siento de esa forma, sus ojos verdes viajan a mi rostro y me encuentro pensando que el café claro de su cabello ondulado parece la marea de un mar abierto.
Sus manos largas y delgadas, repletas de pintura, me entregan un vaso de agua fría y con cierta timidez lo acepto dándole un trago largo y... Leo Cortázar, sonríe de nuevo.
—¿Estás mejor?— Me pregunta y yo no puedo hacer otra cosa que asentir por que estoy avergonzada de que me viera llorar de esa manera.
Esta no soy yo.
Yo jamás sería tímida delante de un chico.
Yo jamás me quedaría sin palabras.
Yo jamás metería un extraño a mi casa.
Jamás me sentiría tan intimidada como ahora que tengo a Leo Cortázar delante de mi.
Esta no soy yo...
¿O quizá esta, soy la que siempre he sido?
Leo Cortázar se levanta de su asiento y se lleva las manos a sus bolsillos mientras camina alrededor, lo observa todo con detalle. Los cuadros de la sala, las fotografías de los estantes, incluso las figurillas antiguas de la abuela.
Parece realmente obsesionado con todo lo que toma en sus manos delgadas, la pintura verde y amarilla en ellas me llama de inmediato la atención.
— ¿Siempre estás pintando? — Le preguntó de manera distraída. Sus ojos verdes me miran curiosos, son tan enormes que por un momento me dejan sin aliento.
— ¿Qué?— Curva sus labios, entre sus manos tiene un oso tallado en madera.
— Siempre— Digo bajando la mirada.—,tienes las manos con pintura.
Parece que el comentario le sorprende, pues deja la figura en su lugar y mira con detenimiento la punta de sus dedos, cómo si apenas fuera consiente de ese detalle.
— Oh— Y es todo lo que sale de esa boca. Aún sorprendido camina a donde estoy y se sienta frente a mi, sin despegar la vista de sus dedos.
Enarcó una ceja, entre confundida y escéptica a su reacción. De repente Leo Cortázar parece ser consiente de tener dedos y manos, pues la examina con atención y entonces caigo en cuenta de que es algo que tiene... mirar con detalle (Lo que sea) parece ser su hábito personal.
— Dijiste que estabas en el club de artes.— Digo para romper la atención en sus manos, Leo pestañea una última vez y deja caer (por fin) sus manos a sus costados. Él asiente. — ¿En qué realmente te especializas?
Leo levanta de nuevo una ceja y se le dibuja una sonrisa divertida en los labios.
— En nada y en todo.— Me dice y por la manera en la que lo miró confundida sé que se está divirtiendo.
—¿Qué?
— Hago de todo ahí.— Me dice rascándose la cabeza, los rulos de su cabello se hace de repente un desastre. —Me gusta hacer de todo ahí, ya sabes...— Dice encogiéndose de hombros.— No quiero limitarme en sólo una cosa, el arte necesita expresarse de muchas maneras.
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Blue Royalty
Teen FictionLa gente no cree en los cuentos de hadas... y te voy a decir porqué.