𝖈𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖔𝖈𝖊

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Existen en estas tierras, de oriente a poniente, cosas que no tienen explicación.
O más bien, cosas que la gente se niega a creer que existen simplemente por el hecho de no haberlo visto con sus propios ojos.

La tierra existe desde hace miles de millones de años; y, a lo largo de estos, cientos de criaturas la han habitado.

Cuentan las leyendas que, el lobo fue el primero en vivir antes que un ser humano. Tan etéreos y solitarios en este oscuro mundo.
Vagando en soledad por miles de años en la oscuridad hasta que un día, el lobo se encontró con un humano en medio de la nada.
Se dice, que el humano jamás pudo domesticar a la bestia, y la bestia nunca se pudo apartar del humano, hasta que sus cuerpos colisionaron; viviendo como uno solo durante mucho tiempo en la eternidad de las bastas tierras.
Hasta que un día, aquel ser dejó de existir en el plano terrenal y el mundo dejó de ser negro.
Porque, en el momento en que la bestia mitad lobo y mitad humano dejó de ser un algo en la tierra, se hizo la luz en el cielo, iluminando los oscuros campos, bosques, mareas...

Ahora, humano y lobo vivían en el cielo. Es ahí, cuando nació a lo que llaman hoy su Diosa Luna.

La Diosa Luna al tener claro para que había nacido en soledad y juntarse con su otra mitad para formar el ser que es, decidió darle a su hijo del hombre un regalo, el regalo de ser un hijo de la luna.

Y fue cuando, los lobos y seres humanos dejaron de vagar en la tierra, separados unos de otros, viajando por un largo tiempo solo en busca de su otra mitad, para ser uno finalmente.

Se dice que, el primer en nacer fue un beta, que en ese tiempo no era llamado así.
La Diosa Luna creyó haber creado al ser más perfecto; un humano que en su interior tenía a su lobo; pero, en sus primeros años de vida, se dio cuenta de lo inexperto que era y de que, dejó de lado su parte de lobo y ya no dependió tanto de él y sí más en su parte humana y así vivió por el resto de su vida.

La Diosa, al sentirse confundida porque su hijo no dependía de su lobo, decidió crear a otro hijo más, uno que dependiera más de su lobo y fuera más sensible. Y, si se daba algo bien, el beta podría hacerle compañía.

Un omega ha nacido.

El omega si mostraba más signos de depender de su lobo para su supervivencia, pero... había algo que faltaba. Beta y omega se llevaban bien, pero de ellos jamás se vio un cachorro.

La Diosa estaba algo decepcionada de no haber podido crear hijos perfectos, lo dejó de intentar, incluso cuando su parte lobo le pedía que no se rindiera en el último ser que había estado trabajando.

Y así fue como, su último hijo que estaba por nacer en el mundo, fue olvidado en el cúmulo de estrellas durante muchísimos años.

Pero, un día todo fue diferente. La tierra brillaba aun con más intensidad que cualquier otro día, sus campos de pasto y largos ríos les iluminaba una luz que jamás se había visto antes.
Se dice que, el universo decidió ayudar a la Diosa a hacer nacer aquel hijo y así fue. En la tierra un nuevo espécimen había nacido, conocido como alpharius, ahora le llaman alfa. Tan grande como un lobo, tan protector y cuidador que lo primero que hizo fue, buscar a su otra mitad. El alfa y el omega se encontraron y por fin todo parecía estar en paz.

Los años pasaron, las civilizaciones se fueron edificando, así como distintos reinos se empezaron a formar, los hijos de la luna empezaron a tener más hijos, todo hasta la actualidad.

Las parejas que estaban destinadas a ser casi siempre eran de alfas y omegas, o betas y betas; muy raras veces se dieron casos de otros rangos dentro de ellas.

La Diosa Luna estaba feliz con lo que había creado, todos sus hijos ahora viviendo en un reino bajo su luz, y la de una estrella más, una más grande.
Las viejas lenguas cuentan que, los alfas que habían nacido para ser puros, es porque recibieron más luz del Sol, más potente y luminosa que la de la luna, y es por eso que ellos son los únicos que pueden transmutar a su forma lobo.

𝐋𝐄𝐀𝐕𝐄 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐋𝐏𝐇𝐀 ᵏᵒᵒᵏᵛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora