10° Los sueños del ayer

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La imagen de una enorme piscina de color azúl cristalino llegó a sus recuerdos. Los días de verano, el calor de la estación y el aroma de las hojas secas de los arboles. El dulce sonido de la risa de su madre, las tiernas carcajadas de su hermana a su lado y el ambiente fresco que le proporcionaba una gran seguridad. Escuchaba la misma canción en la radio lejana y observaba al mismo hombre moreno a lo lejos, tan difuso y singular como siempre. Él permanecía al costado de su madre, sirviéndole, consintiendo sus caprichos y sonriendo con mucho encanto y devoción, esa expresión espléndida de caballero debía ser envidiada hasta por los mismos ángeles. Y Anthony no podía olvidar esa sonrisa espontánea, los pequeños gestos, la amabilidad y la perfección de su semblante. Esos concretos recuerdos de Alastor volvieron a recorrer su mente, al igual que aquellos días de verano cerca de la piscina con el resto de su familia, sin su padre. Días en los que fue verdaderamente feliz.

Angel se aferró a aquel cuerpo cálido de pelaje suave y reconfortante. Cerró los ojos con mucha fuerza y no pudo evitar enterrar sus seis manos alrededor de ese torso caliente, el cual le brindaba mucho confort, comodidad y suavidad, como si se tratara de un enorme oso de felpa.

Despertó poco a poco, la felicidad de sus recuerdos se estaba extinguiendo porque estaba cayendo en la realidad: esas memorias nunca volverían y ese pasado era más como un lejano sueño. A veces hasta dudaba si todo eso había sido real. Angel largó un suave alarido de frustración, esa sensación de vacío era agobiante. No sé esperó que unas grandes alas rojizas envolvieran su cuerpo semi desnudo.

... Lo estoy imaginando.

—No, no lo estás.

La voz ronca a su lado causó que abriera los ojos de par en par. Reconoció que el cuerpo era de Husk, se estaba aferrando a él como si fuera una mascota gigante. Y el pensamiento fue tan perturbador que lo soltó de inmediato y retrocedió hasta el otro extremo de la cama con el corazón en la boca.

¿Al final pasaron la noche... juntos? Bueno, no podía juzgar al hombre y tampoco culparlo. Angel era sexy y aprovecharse de su estado alcoholizado no debió ser nada difícil, se ponía un poco zorra cuando estaba ebrio. Bueno... con o sin alcohol su estado era parecido. La araña cubrió su pecho descubierto entre sus brazos y lo observó dramático y escandalizado.

Husk... En serio lo hicimos. Y pensar que te rehusabas tanto y te terminaste aprovechando de mi.

—¡¿De qué mierda estás hablando?! ¡Por supuesto que no sucedió nada! ¡Jamás sucederá!

El felino lo señaló iracundo por las estupideces que estaba soltando y extendió sus alas en señal de alarma. Gruñó molesto y se pasó una mano por su rostro con ganas de golpearlo de verdad. ¡Si habían terminado durmiendo en la misma cama había sido por su culpa! Respiró profundo antes de volver a hablar. Necesitaba calmarse.

¿No lo recuerdas? Me pediste dormir junto a ti. Y te dije que no obviamente.

—... ¿Y cómo carajo...?

Reflexionó el contrario con repentina desconfianza. Tal vez lo de dramatizar había sido broma, pero terminar en la misma cama en definitiva si era extraño y no recordaba con precisión que era lo que había sucedido luego de retirarse de la habitación de Alastor. Había estado tan conmocionado y confuso debido al alcohol que solo tenía flashbacks breves en su memoria. Husk rodó los ojos y se encogió de hombros.

—Te metiste a mi cama y estaba por romperte la cara. Pero no sé, te veías como un niño. No pude decir que no. Mierda.

Maldijo con resignación. Quizá todos pensaban que era un pecador sin corazón y que solo era un gruñón sin remedio. Pero había ciertas cosas que lo conmovían. Sintió su instinto de protección muy arriba cuando Angel se aferró a su cuerpo y se quedó dormido por el cansancio, por eso no pudo decir que no. A veces se odiaba por ser tan débil y susceptible ante esa clase de cosas.

Queen of Disaster ⋆° RadioDust ◌*̥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora