Capítulo XV: COMO MIL CUCHILLOS

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Fue como abrir una puerta el pasado. Ian la estaba mirando como en antaño. Con superioridad y altanería, con desdén y orgullo. Su sonrisa, ya no quedaba nada de la dulce que le había visto tantas veces los últimos días. Aquella sonrisa era la que él usaba en la Tierra, esa que era medio maquiavélica. Sintió como si su corazón estuviera siendo estrujado. Por un segundo quiso sentir ira, el rencor y molestia antiguos que él le provocaba cuando la miraba y le sonría así, pero le fue imposible. Tristeza, eso era lo único que podía sentir. Tristeza y dolor en el alma.

—Ian —fue un susurro pero debió ser perfectamente audible porque él arrugó el entrecejo al escucharlo, hizo girar la llave en su mano y apartó la mirada de ella.

—Me dicen que hiciste estallar un piso, animalito. Debes sentirte orgullosa. —Glen contuvo un sollozo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué él hablaba así?—. Anda ya, ¿por fin te quedaste muda? —Su risa fue cínica y entonces lo comprendió. Las palabras de Bastiaan resonaron en su mente «Solo una ligera alteración. No te preocupes, cuando se despierte puede que aun te reconozca... o puede que no.» Al comprenderlo Glen dio un paso hacia adelante.

—Oh Ian, ¿qué fue lo que te hizo? —Él la miró con interés y luego con algo de evidente molestia.

—No vas a salir de aquí —sentenció—. No sé qué se proponían hacer mis hermanos, pero por lo visto eres alguien de tener cuidado. Así que habrá alguien vigilando tu puerta día y noche. No pienso permitirte que le hagas daño a nadie de los míos, ¿está claro? —Glen sintió las lágrimas agolpándose en sus ojos, pero hizo todo lo posible por no dejarlas salir. Intentó poner voz segura y preguntar.

—¿Qué crees que hice?

—¿Qué creo que hiciste? Cuanto descaro. —Se veía enfadado, y era evidente que la sola visión de Glen le desagradaba—. Has estado trabajando para Owen todo este tiempo, la verdad es que ni siquiera sé porque te dejamos venir en primer lugar. Debimos haberte denunciado nada más saber tu condición híbrida.

—¿Es lo que piensas hacer ahora? —Glen intentaba sonar tranquila, pero a cada segundo era más difícil, porque lo único que en verdad deseaba era tomar por los hombros a Ian, sacudirlo y hacerle ver que todo eso estaba mal. Recordarle que él ya no la miraba así, que ella nunca lo traicionaría, que ella... que ella. Se mordió el labio, ¿sería posible? ¿Acaso ella había tomado mucho más que cariño por Ian Macorne?

—No, ahora es muy tarde porque se supone que no estamos aquí. Pero te aseguro que no te dejaré pasear libremente. Disfruta tu estancia, animalito.

Se volvió y por puro impulso ella se arrojó hacia adelante y lo aferró por la muñeca. Por desgracia para ella había tomado la muñeca en cuya mano Ian aferraba la llave de la celda. Juzgando mal su movimiento apartó la mano de un tirón y apretó a Glen por un brazo, haciendo presión.

—¿Te crees que soy idiota?

—Ian, esto está mal, date cuenta por favor. No estoy con Owen, nunca lo he estado.

—¡Cállate! —Ian la sacudió—. Cállate. Lo recuerdo todo muy bien. Todo el viaje por la tierra hasta Owen, ahora lo veo claro. Tú lo sabias todo el tiempo. El escape y todo eso. Otra artimaña

—Eso no tiene sentido —ella lo interrumpió, desesperada, pero él estaba cegado en sus falsos recuerdos—. Eso no tiene sentido, Ian, tienes que escucharme. Si no lo haces Bastiaan va a lograr llevarse a Urien.

—Bastiaan no está aquí, y me encantaría intentar verlo acercarse.

—Ya está. Ya está aquí y te hizo algo.

Valor de Fuego [Razas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora