Capítulo IX: TIBAK CLARASAN

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Allí arriba soplaba más brisa que en el suelo. La brisa era caliente pero a Glen le gustaba, parecía el beso de un ser querido. Miró hacia abajo con una sonrisa y luego miró alrededor de la habitación destruida.

Sin duda el sexto piso del edificio de la izquierda no era el lugar ideal para vivir o dormir, pero resultaba interesante de formas extrañas. Le hacía preguntarse de quien había sido esos edificios, quienes habían vivido allí y hace cuanto o porqué fueron abandonados. Era posible que sus pensamientos se hubieran reflejado en su rostro, porque Ian comentó desde la puerta.

—Según Rikkie hace un par de años atrás La Mesa planeaba hacer de esta zona un complejo de residencias. Pero todo el lugar resulta muy seco e inestable. Levantaron un par de edificios como este, pero la mayoría se vinieron abajo. Las estrellas sabrán porque este fue el más resistente. Luego de los derrumbes, desistieron y abandonaron esta zona.

Hizo silencio. Glen sorteó un par de escombros y empujó una puerta que chirrió y se tambaleó peligrosamente.

—Esto parece un baño.

—Sí, lo era. Rikkie dice que a veces la gente viene por esta zona. Pero más que todo los jóvenes o gente que no quiere ser vista. Ya sabes.

Glen sabía. Lo que quería decir era que la gente que iba allí lo hacía porque quebrantaba alguna de las normas de La Hermandad y entonces lo recordó. El mensaje que vio en aquel restaurante de la zona comercial. Se lo contó a Ian, mientras salían al pasillo del sexto piso y bajaban al quinto. Cuando ella terminó Ian sonrió.

—La Hermandad está intentando meter miedo. Eso es todo. Puede que sepan sobre nosotros, puede que no. Por el momento no es problema que lo sepan o sospechen. No van a hacer nada drástico, todavía.

—¿Cómo estas tan seguro?

—Porque no quieren que se corra la voz y no quieren que cunda el pánico. No les conviene si quieren seguir pretendiendo ante el Universo que todo está bien.

Caminaron por el pasillo del quinto piso en silencio. Glen empujó una puerta medio abierta y entró. Aquel espacio parecía seguro, salvo por la suciedad y el polvo que todo lo cubría. Caminó hacia una ventana, casi negra por la mugre. Forcejó un poco con los cierres y logró abrirla con un chirrido, entró brisa y Glen observó hacia afuera. Urien estaba apoyado contra una columna del edifico de la derecha. Rikkie y Mika hablaban a la sombra a tres pasos de Urien.

—¿Cómo te trató mi hermana? —Glen se encogió de hombros, no muy segura de qué debía contestar—. Sabes, no es momento de pelearnos entre nosotros —comentó él al no escuchar más respuesta de ella—. Nuestros enemigos son otros. —Glen lo miró, airada por lo que interpretaba como un regaño.

—Pues a ella deberías decírselo.

—Y se lo diré —le aseguró con una sonrisa. Una que ella sentía en nada se parecía a las de antes, porque esa sonrisa le gustaba y le agitaba el corazón.

—Bien —dijo con seriedad, intentando ocultar lo que ahora él le hacía sentir, caminó hacia la salida, pero él le impidió el paso—. ¿Algo más? —Ian sonrió ante su molestia fingida, Glen no estaba muy segura de si quería golpearlo en un hombro o abrazarlo fuerte.

—Sí, feliz cumpleaños. —Lo miró sorprendida, pero él agregó—. Mika escuchó algo. —Ella asintió, recordado que cuando Kaya la había felicitado esa mañana, Mika estaba con ellas. Ian se llevó una mano al bolsillo del pantalón y sacó una bolsita llena de bayas azules—. Con esto de la huida, la guerra y todo eso, bueno, la economía no anda muy bien. —Glen sonrió, él le tendió la bolsita—. Lo siento.

Valor de Fuego [Razas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora