Capítulo XI: INOCENTE

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Tibak sabía unos trucos bastante impresionantes con el Fuego. Glen lo observaba desde su ventana, mientras él y Rikkie luchaban con Fuego. No había muchas personas en el fuerte aquel día. Los del Agua harían su pantomima del viaje aquella tarde, así que estaban todos en la ciudad.

Las pocas personas que estaban allí aquel día eran los del círculo más cercano, pues si lo que Ian le decía era verdad, tenían muchas más personas a su favor, solo que todos estaban en diferentes lugares del Universo.

Glen decidió observar aquel entrenamiento más de cerca así que bajó. Ellos la vieron llegar pero no detuvieron su pequeña batalla. Glen vio las llamas danzando ida y venida, convertidas en pequeñas esferas ardientes, en llamas crepitantes que les rozaban el rostro antes de que sus manos hábiles las desviaran.

—Deberías probar —comentó Tibak con una sonrisa, mientras rodaba por el suelo esquivando por los pelos una enorme llamarada de Rikkie, este último soltó un suspiro de cansancio.

—Es verdad, quizás logras mover algo. —Tibak se puso en pie, toqueteó el bolsillo de su pantalón, extrajo un encendedor y se lo arrojó a Glen que lo tomó al vuelo. Lo observó y encendió una llama. Luego puso la palma sobre la llama, sintiendo su calor, imaginándose que cobraba vida, pero nada sucedió.

—¿Segura que lo intentas? —preguntó Rikkie con una mueca de decepción, ella dejó que la llama se apagara.

—Si... supongo que soy más Tierra que Fuego.

—No estaría tan seguro —comentó Tibak mientras ella le pasaba el encendedor—. ¿Otra ronda, Rikkie?

—No, estoy exhausto. Voy a darme un baño.

Se alejó hacia el lago. Al ser los edificios un montón de ruinas, no tenían sistema de tuberías decentes y mucho menos suministro de agua. Así que la regadera era el lago. Glen se sentó en una piedra caída que con toda probabilidad debió ser parte de una pared en el pasado. Tibak por el contrario se dejó caer en el suelo, estirado cuan largo era, con el sudor pegándole la camisa del cuerpo y el sol besándole el rostro.

—¿En dónde están los otros? —preguntó con los ojos cerrados. Glen supuso que su falta de información era cosa de Ian, no se lo había dicho hasta el momento, pero bastaba ver la forma en que miraba a Tibak para saber que no confiaba en él.

—En la ciudad, ¿recuerdas la pantomima de viaje? Bueno. —Ella no veía motivo para no contarle la verdad, después de todo la información sobre el viaje falso Ian la había dado delante de todos, solo que la parte en que especificaba la fecha se la reservó hasta la noche anterior cuando se lo contó antes de irse. Tibak asintió, no muy interesado al parecer.

Estuvieron un rato allí hablando de cualquier cosa de vez en cuando. Tibak le contó sobre la historia de su madre en Artús y le dijo que antes de llegar allí había trabajado como conserje en una oficina de Fuego, aunque no especificó de qué se encargaban en la oficina. También le dijo que no tenía amigos, que siempre había sido un solitario. Él pensaba que eso se debía a lo que habían hecho con él cuando era pequeño, el asunto con un mapa siendo sellado en sus recuerdos.

—Es difícil de explicar —le dijo mientras se enderezaba, sentado en el suelo y mirando hacia la distancia—. Pero no es algo natural que te hagan eso, te cambia por dentro. Es un recuerdo ajeno, no te pertenece. Sé que parece difícil de creer, pero es así. Es un recuerdo que no puedo ver ni evocar, pero está allí. Es como si metieran otra persona en tu mente. —Meneó la cabeza como si se sintiera abrumado, Glen sintió pena por él.

—¿Y crees que por eso no has logrado entablar relaciones con otras personas? —Él asintió.

—Estoy seguro, es como si la gente intuyera que hay algo mal en ti y te alejaran. —Glen pensó en la desconfianza de Ian, y en la forma en que todos le habían visto la noche que le conocieron y pensó que entendía y que quizás él tenía razón.

Valor de Fuego [Razas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora