Estuvo toda la noche caminando de lado a lado en la nueva habitación que le dieron. Era en el edificio de la derecha, casi como si desearan alejarla lo más posible del desastre que causó en el edificio de la izquierda, como si con eso pudieran anular cualquier cosa que la hiciera estallar. Glen no le daba muchas vueltas a esos extraños sucesos, porque solo le provocaban dolor de cabeza. Era cierto que el calor nunca le causó mayores daños. De hecho una vez había tomado una cucharada de una sopa que hervía y su tía había dado un grito asustada porque se quemara, pero Glen le sonrió y hasta ahí llegó el asunto.Ahora por supuesto, ese incidente ganaba nuevas luces. Su mezcla de sangre lo explicaba. Sangre Fuego, por sus venas corría sangre de la gente Fuego y ella había sobrevivido a una llamarada que hubiera causado quemaduras graves en otras personas. Más que eso, con un simple encendedor de bolsillo, Glen provocó una explosión en un piso entero que sin embargo no hizo daño a dos personas que conocía. Como si a un nivel subconsciente hubiera podido minimizar los daños de esa explosión impulsiva.
Agitó la cabeza despejando esos pensamientos. No era momento para darle vueltas a ese asunto, ya se ocuparía luego de eso. Se asomó por la ventana que tenía el vidrio roto. El cielo estaba negro, debía ser medianoche, miró hacia abajo, la oscuridad era total. Aunque de vez en cuando se veían haces de luz; eran los vigilantes que cuidaban a los prisioneros y por supuesto los alrededores del Fuerte para prevenir cualquier ataque de Owen o La Hermandad.
Glen aun no tenía decidido cómo burlar a los vigilantes o cómo conseguir las llaves de las habitaciones en donde les tenían encerrados, pero algo tendría que ocurrírsele. Lo primero era conseguir las llaves, que ella sabía estaban en poder de Kenna. Así que su primera parada era meterse allí, lo que no era cualquier cosa. El lado bueno era que por las altas horas de la noche que eran, todos los pasillos dentro de los edificios estaban vacíos. La habitación de Kenna quedaba en el último piso, no tan lejos del lugar en donde habían encerrado a Glen cuando pensaban que era alguien de cuidado.
Otra cosa buena de aquellos edificios, era que al ser tan viejos y derruidos, la mayoría de habitaciones no tenían como ser cerradas por dentro. Por eso solo las que tenían como cerrarse era las que dejaban para los prisioneros. Algunas incluso tuvieron que arreglarlas para poder servir a ese propósito. La puerta de la habitación de Kenna se abrió cuando ella giró el pomo, como esperaba. Mientras ingresaba al cuarto en penumbra, no pudo dejar de pensar en que esa ventaja también le había servido a Bastiaan para agarrarla desprevenida. Acalló el pensamiento, porque en ese momento requería de toda su concentración.
Kenna dormía en un colchón en el suelo, como casi todos allí. Por la ventana polvorienta se filtraba muy poca luz, solo la que las estrellas proporcionaban. Escaneó la oscuridad, pensando en donde podrían estar las llaves. Si hacia demasiado ruido, Kenna se despertaría y adiós a sus planes. Tanteó las paredes con cuidado y escaneó la oscuridad, entonces pensó que si ella cuidara de algo tan importante como las llaves de los prisioneros, muy difícilmente las dejaría lejos de ella. Así que se acercó al colchón en donde el pecho de Kenna bajaba y subía con su lenta respiración. Allí estaban, en el suelo al lado, sobre la tableta eléctrica de Ian. Era un manojo grande y si no tenía el cuidado suficiente al agarrarlas las llaves tintinearían y Kenna se levantaría.
Se hincó, introdujo el dejo en el aro y alzó las llaves, centímetro a centímetro, mordiéndose el labio. De la misma forma caminó hacia la puerta. Sosteniendo las llaves por el aro, caminando paso a paso, intentando mantener las llaves en equilibrio y sin perturbarlas ni tan siquiera un poco. Cuando cruzó la puerta y se alejó un metro o algo así, fue que pudo soltar todo el aire que estaba reteniendo. Aferrar las llaves, meterlas en el bolsillo de sus vaqueros y correr hacia abajo, para seguir con la segunda parte del plan: burlar a los guardias.
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Valor de Fuego [Razas #2]
Science FictionSEGUNDA PARTE DE RAZAS. Glen Stevarius descubrió muchas cosas que solía ignorar, entre ellas que la rebelión que tanto deseó no era lo que esperaba. Los ideales de Owen eran, si se podía, peores que los de La Hermandad, y estos últimos seguían siend...