Capítulo IV: LA REVOLUCIÓN ARTÚS

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—Hará unos dieciocho años atrás, el padre de Urien, Garred Klose, presenció una injusticia que lo marcó. Un chico de Agua se enamoró de una chica de Sueño y violaron una de las principales reglas de La Hermandad.

—Procreación. —Para sorpresa de Shannen no fue Glen la primera en interrumpirla, sino la otra chica, la hija del lavandero. Shannen le lanzó una mirada airada, a diferencia de Glen, aquella chica le respondió con una mirada dulce y dijo—. Lo siento, es que...

—No, es correcto. La chica quedó embarazada y como saben está prohibido que eso suceda entre personas de distinto origen. Así que los dos recibieron una condena. Sabemos que eso pasa, Garred lo sabía, sin embargo ese fue el primer caso que presenció y cambió su perspectiva para siempre. A ojos de Garred esa regla no tenía sentido. Eran solo chicos y lo único que hicieron fue ceder a sus instintos. Para Garred era injusto el destino que tuvieron. Así que decidió que era el momento de hacer algo y contactó con su mejor amigo, Stephan Macorne, mi papá. Todo empezó como una simple charla de lo injusto que era todo, pero la idea se fue arraigando en los dos hasta que supieron que debían llevarla a cabo y lo hicieron. Empezaron viajando bajo un pretexto banal. Pero en realidad lo que hacían era difundir el mensaje. Hacer que la gente despertara, que se dieran cuenta de que todos somos iguales y que La Hermandad no es nadie para prohibirnos nada. Pero conforme viajaban fueron presenciando muchas más injusticias. Por lo que reclutar gente no se les hizo difícil. En Fuego, por ejemplo, hay una regla que prohíbe a las mujeres entrenar su poder. —Shannen miró a las dos chicas que acababan de intercambiar una mirada—. La Hermandad no explica por qué se los prohíbe, solo lo hacen. Pero hay un refrán clandestino entre la población Fuego que dice que: «Entrenada o no, una mujer Fuego puede quemarte con un parpadeo.»

—No entiendo. Parece una regla sin sentido. —Esa fue Glen, Shannen recordó a su hermano diciéndole: «Sé amable.» Para él era fácil decirlo, él no era el que tenía que soportar la molesta actitud del animalito, que la miraba con aquellos ojos que destilaban desconfianza hacia Shannen.

—Pues eso debe ser una habilidad en ti, animalito. —Se miraron, era evidente que no se soportaban—. Verás, a la conclusión que Artús llegó es que La Hermandad intenta resguardarse desde cada frente. Las mujeres Fuego son poderosas, al prohibirles entrenarse La Hermandad se asegura de no tener que lidiar con ese enemigo tan poderoso. Y es el mismo principio que en opinión de Artús, aplica para cierta tradición de Sueño. —Las chicas Tierra volvieron a intercambiar una mirada—. Supongo que no la conocen. En la Uisce aprendemos de esas costumbres en la escuela, supongo que el sistema educativo de Talamh es distinto.

—¿Cuál es esa tradición? —La cortó Glen, al parecer disgustada por el comentario de Shannen, esta sonrió, pero entonces volvió a recordar a su hermano y enseguida a Aldair, borró su sonrisa y desvió la mirada de Glen hacia el pasillo, no quería hablar de esa tradición, porque le hacía pensar en lo que probablemente nunca tendría—. Es una tradición que se asegura que los habitantes de Sueño sean siempre los más poderosos. Para ellos es una tradición, pero cuando Artús llegó a Sueño, descubrió que una parte de la población no lo apreciaba así. Porque les prohibía directamente la libertad de decisión.

—¿Por qué La Hermandad quiere a las mujeres Fuego débiles y a la gente Sueño poderosa? —preguntó la hija del lavandero, Shannen la miró, le agradaba más aquella chica que Glen y pensó que si tuviera que hablar solo con ella sería todo mucho más fácil.

—La sede de La Hermandad está ubicada en Sueño. Artús pensaba que ellos confiaban en la gente Sueño, y después de todo, equivocados no estaban. Si bien Artús encontró gente inconforme con La Hermandad entre ellos, no reclutaron allí tantos como en los demás planetas.

Valor de Fuego [Razas #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora