Glen se obligó a mantenerse ocupada de cualquier forma. No quería pensar en nada, porque hacerlo era darle vueltas en su mente a una enorme cantidad de interrogantes y temores, tristezas y arrepentimientos. Así que pasaba los días con Kaya que poco a poco recuperaba su anterior estado alegre. Era increíble, como después de haber vivido lo que ellas habían vivido, Kaya parecía estar mucho mejor de lo que lo estuvo los últimos días que vivieron en la Tierra.
Con un ligero sentimiento de envidia, Glen pensó que lo entendía. Kaya estaba a salvo junto con sus padres. El responsable de ello era el chico que amaba. Por supuesto que era natural que Kaya se mostrara más feliz, casi como si nada malo estuviera ocurriendo y Glen deseó poder sentirse igual, pero le resultaba imposible.
Un día decidió dar una expedición sola por el planeta Fuego. No quería tener que sonreír falsamente a su amiga, ni tener que seguir el hilo de alguna conversación. Además desde que llegara a ese planeta una curiosidad había estado haciéndole cosquillas en la mente. En la fortaleza de Owen le insinuaron que ella era una hibrida. De hecho Bastiaan parecía bastante seguro de ello. Glen recordó sus conversaciones con él, según lo que recordaba parecía estar convencido de que la otra mitad de Glen era de origen Fuego.
Glen aún no estaba del todo preparaba para aceptar que eso en verdad era posible, pero una parte de ella comenzaba a asimilarlo. Miró hacia el cielo cobrizo del planeta y pensó que por esas calles debió pasear su padre. Ese que su madre tanto se empeñaba en mantener en el olvido. Glen deseó que no hubiera sido así, porque si ella en verdad era la hija de un hombre Fuego, se planteaba en seguida la madre de todas las interrogantes: ¿Qué circunstancias tuvieron que ser necesarias, para que su madre, una simple mujer Tierra conociera a un hombre Fuego? Sobre todo cuando en teoría esa posibilidad era casi imposible.
El clima del planeta Fuego era por lo general algo caluroso, pero no sofocante, a pesar de que Kaya muchas decía que se volvía loca por el calor. Entonces pensó de nuevo en su dualidad. Sacudió la cabeza, no queriendo pensar demasiado. Ese era el motivo por el que trataba de mantenerse ocupada. Porque no quería indagar mucho en todas las dudas que tenía encerradas en su mente.
Resultaba imposible, era imposible no pensar. Entre tanto caminar llegó a una pequeña plaza. Los arboles eran de corteza rugosa y de sus ramas se desprendían miles de hojas amarrillas y naranjas. Se sentó en un banco de piedra tibia y cruzó los brazos. La mayoría de los habitantes tenían grandes melenas rulas de color rojizo. Los tonos variaban, pero la hacía pensar en su propio cabello, color chocolate con ligeros destellos rojos.
Cerró los ojos un momento intentando vaciar su mente de pensamientos. De la realidad de que entonces estaba sola, sin familia y con preguntas que las únicas personas capaces de responder ya no existían. Sintió a alguien a su lado, abrió los ojos y vio al Ceann Melvin en el momento en que empinaba una pequeña botella. Se había dejado caer a su lado en el banco y se veía sudoroso y exhausto, dio varios tragos a su botella que Glen intuyó era licor, hasta que de pronto dijo.
—Una vez conocí a una chica Fuego. —Glen no dijo nada. No entendía qué hacia el Ceann allí a su lado, contándole aquello como si llevaran rato hablando de sus respectivas vidas. Una suave brisa tibia sopló y meció las ramas de los árboles de la plaza—. Tenía llamas en el cabello, así como en su carácter. Era terrible, hermosa, pero terrible. —Giró el rostro y la miró, una suave sonrisa se dibujó en sus labios—. Murió en mis brazos y sus últimas palabras no fueron hacia mí.
—¿Cómo conociste a una mujer Fuego? —Glen sabía que quizás debería haber dicho algo como: «Siento tu dolor.» «O lamento tu perdida.» pero sintió la necesidad de saber bajó qué circunstancias Melvin había conocido a alguien Fuego. Quizás su historia podía darle algo de luz a la de ella. Pero Melvin no contestó, miró su botella casi vacía, soltó un suspiro y en cambio dijo.
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Valor de Fuego [Razas #2]
Science FictionSEGUNDA PARTE DE RAZAS. Glen Stevarius descubrió muchas cosas que solía ignorar, entre ellas que la rebelión que tanto deseó no era lo que esperaba. Los ideales de Owen eran, si se podía, peores que los de La Hermandad, y estos últimos seguían siend...