Glen podía sentir un retorcijón de nervios en el estómago. De hecho no tenía muy en claro qué se lo estaba causando. Si el inminente encuentro con Bastiaan, o el que en algún momento tendría con Ian. Quizás los dos, porque la situación era terrible. Kenna quería interrogar en persona a Tibak, pero Urien argumentó que él tenía tantos derechos como cualquier otro a estar presente, Shannen argumentaba lo mismo, mientras nadie se interesaba por lo que Glen quería. Cansada de esa situación y notando como todos seguían llamándole Tibak, la muchacha no pudo contenerse más y habló.
—He intentado decírselos, ese chico no es Tibak, ese sujeto ni siquiera existe. El que tienen apresado es Bastiaan, disfrazado. —Los ojos se movieron hacia ella, pero no hubo sorpresa en sus miradas, era como si solo unieran las piezas del puzzle. Kenna comentó algo confusa.
—Pero Bastiaan era un soldado Fuego, y Sarah nos asegura que Tibak se pudo resistir a su ataque, y hasta donde podemos saber es posible que le haya hecho algo a Aldair. —Glen comprendió su consternación, ellos no sabían sobre la dualidad de Bastiaan, era posible que solo Ian lo supiera, y en aquellos momentos Ian no podía servir de ayuda.
—Bastiaan es un hibrido. Mitad Fuego mitad Sueño. —Kenna la miró como si la evaluara. Tomó asiento en la silla junto a ella y le preguntó.
—¿Puedes contarnos que pasó esa noche? —Glen contuvo el impulso de revirar los ojos, pensó que jamás se lo preguntaría, así que se adentró en su explicación.
Habló sobre Bastiaan en su habitación y sus declaraciones, en como atacó a Aldair y luego a Ian. También fue más allá y relató la visita que este le hiciera a su celda y le dijera como planeaba sacar a Urien de allí en un par de días, cuando terminó, Kenna movía los dedos en su regazo en gesto nervioso. Se concedió unos minutos para pensar y finalmente dijo.
—Estoy preocupada por Ian, pero creo que por el momento puede esperar. —Kenna centró su mirada en Shannen y Urien, como pidiendo que comprendieran su decisión, estos asintieron y Glen se encontró maravillada por la entereza de Kenna—. Lo más apremiante es abordar a Ti... —se detuvo, mirando a Glen y se corrigió de inmediato—. A Bastiaan. Tenemos que saber qué información ha hecho llegar a Owen, qué planes tiene este y por supuesto, ¿qué le ha hecho a Ian y cómo revertirlo? Sé que quieren colaborar, pero ya han hecho demasiado. Déjennos esto a Camila y a mí. —Kenna soltó un suspiro, mirando en derredor y agregó casi con voz queda—. Y a Melvin, si algún día decide aparecer. —Eso pareció desatar algo parecido a furia en Urien, porque se adelantó para decirle.
—¿A Melvin? ¿Quieres involucrar a ese borracho y no a mí que tengo más derecho?
—Lo entiendo, sé cómo te sientes pero esto es algo delicado. Me preocupa que la presencia de tanta gente empeore las cosas con Bastiaan.
—Creo que debería dejar que Urien esté presente. —Glen se sorprendió al escucharse a sí misma, tanto el mencionado como Kenna e incluso la misma Shannen la vieron también con sorpresa—. Quiero decir, si no espera que ayude a su propio hermano, ¿cómo espera que ayude a toda una sociedad?
Sus palabras parecieron hacer mella en Kenna, pues esta se frotó la frente y comentó luego de unos instantes.
—Lo pensaré. Por el momento no interrogaremos a Bastiaan, cuando haya tomado una decisión te la haré llegar. Ahora todos fuera, necesito pensar.
Obedecieron. Salieron al cálido sol de la mañana y Glen se permitió una bocanada de aire puro después de tantos días encerrada. Entrecerró los ojos a la luz del sol y luego bajó la mirada. Ahí a lo lejos entre los escombros notó que alguien la observaba, era Melvin, que sostenía una botella con alcohol en la mano casi vacía. Alguien se detuvo a su lado, por lo que desvió su atención hacia eso. Era Urien, que miraba hacia el suelo como si allí estuvieran las palabras que necesitaba decirle, y debió de encontrarlas porque comentó.
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Valor de Fuego [Razas #2]
Science FictionSEGUNDA PARTE DE RAZAS. Glen Stevarius descubrió muchas cosas que solía ignorar, entre ellas que la rebelión que tanto deseó no era lo que esperaba. Los ideales de Owen eran, si se podía, peores que los de La Hermandad, y estos últimos seguían siend...