PRÓLOGO

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Londres, abril de 1770

—¿Te preocupa que pueda seducir a esa mujer, Kakashi? Admito que
siempre he preferido acostarme con viudas. Siempre se muestran mucho más
dispuestas y son mucho menos complicadas que las vírgenes o las esposas de otros hombres.

Kakashi apartó sus vivaces ojos grises del montón de papeles dispuestos sobre
el enorme escritorio de caoba.

—¿Seducirla, Uchiha? —Su profunda voz sonó exasperada—. Un poco de seriedad, hombre. Esta misión es muy importante para mí.

Sasuke Uchiha, séptimo conde de Uchiha, perdió la traviesa sonrisa tras la que ocultaba la seriedad de sus pensamientos y respiró hondo.

—Deberías tener claro que para mí es igual de importante que para ti.

Shikamaru, lord Eldridge, se recostó en la silla, apoyó sus codos en los reposabrazos y entrecruzó los dedos de sus manos. Era un hombre alto y musculoso, y se notaba que su rostro moreno había pasado demasiadas horas en la cubierta de un barco. También era muy práctico y nada en él parecía casual.

Tanto su forma de hablar como su forma física le otorgaban un carácter
intimidante que exhibía sin cortapisas, con ayuda de su desbordante actitud londinense. El resultado era muy directo y efectivo.

—A decir verdad, hasta ahora no me había dado cuenta. Yo tenía la intención
de explotar tus habilidades criptográficas, pero nunca pensé que te presentarías
voluntario para llevar el caso.

Sasuke hizo frente a la penetrante mirada gris de su superior con determinación.

Kakashi era el jefe de un equipo de agentes de élite cuyo único propósito era investigar y dar caza a conocidos piratas y contrabandistas. Como trabajaba bajo la protección de la Marina Real de Su Majestad, Kakashi se había convertido en un hombre muy poderoso. Si se negaba a asignarle el caso, Sasuke no tendría muchos argumentos para conseguir que cambiara de opinión.

Pero no se iba a negar. En aquella misión, no.
Apretó los dientes.

—No voy a permitir que des este caso a otro agente. Si lady Haruno está
en peligro, quiero ser yo quien se encargue de garantizar su seguridad.

Kakashi lo estudió con una mirada suspicaz.

—¿A qué viene este interés tan apasionado? Me sorprende que quieras tener
algo que ver con ella después de lo que ocurrió entre vosotros. No consigo
comprenderlo.

—No existe ninguna motivación oculta. —Por lo menos ninguna que quisiera
compartir—. A pesar de nuestro pasado en común, no deseo que sufra daño alguno.

—Las formas de actuar de esa mujer te involucraron en un escándalo que
duró meses, y que todavía hoy colea. Ahora has logrado recuperar tu buena
imagen, amigo mío, pero es evidente que te quedaron cicatrices. Quizá incluso
escondas alguna herida infectada.

Sasuke, quieto como una estatua y con una expresión impasible en el rostro,
luchaba contra su enorme resentimiento. El dolor que sentía era personal e
intransferible y no le gustaba que le preguntaran sobre el tema.

—¿Crees que no seré capaz de mantener al margen mi vida personal de la
profesional?

Kakashi suspiró y negó con la cabeza.

—Está bien. No quiero entrometerme.

—¿No te vas a negar a asignarme el caso?

—Eres el mejor hombre que tengo. Sólo me hacía dudar tu pasado con lady
Haruno, pero si te sientes cómodo con el caso no seré yo quien ponga
objeciones. Sin embargo, quiero que sepas que si ella viene a pedirme que le
encargue la misión a otro agente, accederé sin dudar.

Sasuke asintió y disimuló su evidente alivio. Sakura jamás haría eso porque
su orgullo no se lo permitiría.

Kakashi empezó a golpear los dedos entre sí.

—El diario que recibió lady Haruno iba dirigido a su difunto esposo y está
escrito en código. Si ese manuscrito tuvo algo que ver con su muerte… —Hizo
una pausa—. El vizconde Haruno estaba investigando a Itachi St. cuando murió.

Al oír el nombre del conocido pirata, Sasuke se quedó de piedra. No había otro criminal al que tuviera más ganas de echar el guante, y la antipatía que sentía por él iba más allá de lo laboral, era algo personal. Los continuos ataques de Itachi St. contra la empresa Ashford Shipping habían sido el motivo por el cual había decidido unirse a la agencia hacía años.

—Si lord Sasori Haruno anotaba sus misiones en ese diario y Itachi St.  logra hacerse con la información… ¡Maldita sea! —Su estómago se encogió al imaginar que ese corsario pudiera acercarse a Sakura.

—Exacto —dijo Kakashi—. En realidad, hace una semana, antes de que me informaran sobre el caso, y a se habían puesto en contacto con lady Haruno para pedirle el diario. Por el bien de su seguridad y de la nuestra, sería necesario que se deshiciera de esa libreta de inmediato, pero de momento no es posible. Sus instrucciones son las de entregar el libro en persona, de ahí que debamos protegerla.

—Por supuesto.

Kakashi deslizó una carpeta por encima de la mesa.

—Aquí está la información que he podido reunir hasta el momento. Lady Haruno te pondrá al corriente del resto durante el baile que se celebrará con los Nara.

Sasuke circunspecto, cogió el portafolios sobre el caso y se levantó para marcharse. Pero cuando llegó al pasillo una sombría sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

Aquello había ocurrido justo cuando estaba a punto de empezar a perseguir a Sakura. El fin de su período de luto significaba que la interminable espera había acabado. A pesar de que el asunto del diario resultaba inquietante, lo cierto era que le venía como anillo al dedo, porque ahora ella no podría evitar su presencia.

Después de la escandalosa forma en que lo había dejado plantado cuatro años atrás, estaba seguro de que Sakura no estaría muy contenta de que volviera a aparecer en su vida. Pero también tenía la certeza de que no recurriría a Kakashi.

Pronto, muy pronto, conseguiría por fin todo lo que ella le había prometido y, luego, le había negado.

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