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—¡Me siento acosada! —se quejó Sakura cuando le llevaron otro ostentoso centro de flores al salón.

—Una mujer puede vivir destinos mucho peores que el de ser cortejada por un noble endiabladamente seductor —le contestó Hinata con sequedad mientras se alisaba la falda y se sentaba en el sofá.

—Eres una romántica empedernida, ¿sabes? Sakura se puso de pie, cogió un pequeño cojín brocado y lo colocó tras la espalda de su cuñada mientras se esforzaba por apartar la vista del maravilloso y costoso arreglo floral.

Sasukke le había dejado muy claro que el interés que sentía por ella era tan profesional como carnal, y ella se había creído preparada para afrontar esa situación. Pero aquel delicado asalto a su sensibilidad femenina la había tomado por sorpresa.

—Estoy encinta, Sakura, no inválida —protestó Hinata mientras ella se
afanaba por ponerla cómoda.

—Déjame mimarte un poco. Me gusta mucho.

—Y estoy segura de que apreciaré esta clase de atenciones más adelante, pero de momento soy muy capaz de arreglármelas sola.

A pesar de sus quejas, Hinata se recostó sobre el cojín y dejó escapar un
placentero suspiro. La delicada capa de sudor que recubría su piel brillaba
enmarcada por la oscuridad de sus rizos rojos.

—Siento discrepar, querida. Estás de cinco meses y pareces más delgada que antes.

—Casi cinco meses —la corrigió Hinata—. Y es muy difícil comer cuando te sientes observada la mayor parte del tiempo.

Sakura frunció los labios, cogió un bizcocho y lo sirvió en un plato para ofrecérselo a su cuñada.

—Come —le ordenó.

Hinata lo aceptó con aire burlón. Entonces dijo:

—Naruto dice que los libros de apuestas están llenos de entradas acerca de las intenciones de lord Uchiha respecto al matrimonio.

Sakura, que estaba sirviendo el té, se quedó boquiabierta.

—Cielo santo.

—Te has convertido en una leyenda por haber dejado plantado a un conde tan atractivo y deseado como él. Cualquier mujer le recibiría con los brazos abiertos, excepto tú. El asunto es demasiado goloso como para ignorarlo: la historia del amor frustrado de un libertino.

Sakura dejó escapar un resoplido socarrón.

—Nunca llegaste a explicarme qué fue lo que te hizo lord Uchiha para que rompieras el compromiso —preguntó Hinata.

Las manos de Sakura temblaron mientras trataba de meter las hojas de té en la tetera.

—Eso fue hace mucho tiempo, querida, y, como ya os he explicado en muchas ocasiones, no quiero hablar del tema.

—Sí, sí, ya lo sé. Pero, si tenemos en cuenta lo mucho que se esfuerza por venir a visitarte a casa, es evidente que todavía desea estar contigo. Admiro su aplomo porque, después de cada nueva negativa, ni siquiera pestañea. Se limita a sonreír, dice algo encantador y se marcha.

—Reconozco que es un hombre cautivador. Sólo hay que ver cómo las mujeres se pavonean y se ponen en ridículo revoloteando a su alrededor.

—Pareces celosa.

—Pues no lo estoy —la contradijo Sakura—. ¿Cuántos terrones de azúcar quieres hoy ? ¿Uno o dos? Es igual. Necesitas tomar dos.

—No cambies de tema. Háblame de tus celos. También había muchas mujeres que apreciaban el atractivo de Haruno, pero eso nunca pareció molestarte.

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