Como era de esperar, su baile de compromiso fue un éxito rotundo. El salón de Chesterfield Hall estaba lleno hasta los topes, y en las salas contiguas, donde los caballeros jugaban a las cartas y al billar, no cabía ni un alfiler.
Sakura, abrumada y agitada, se sintió muy agradecida cuando Sasuke se la llevó al jardín a disfrutar del aire fresco de la noche.
Dada la importancia de la ocasión, había elegido un vestido de tafetán de
color borgoña. Llevaba un miriñaque debajo de la falda que le confería el vuelo necesario para que se entrevieran las enaguas de encaje blanco, el mismo que espumaba sus codos y rodeaba el generoso escote cuadrado del vestido.Tan elegante traje le brindaba un caparazón exterior de férrea compostura, pero por dentro tenía un nudo en el estómago.
Sakura era experta en el intercambio de cumplidos sociales, sin embargo
aquella noche había sido muy distinta de las ocasiones a las que estaba habituada.Con los hombres no había tenido ningún problema. Fueron las mujeres, y su
maliciosa y vengativa naturaleza, las que la cogieron totalmente desprevenida.Una hora después de empezar el baile, decidió limitarse a sonreír y dejar que
fuera Sasuke quien se ocupara de esquivar sus entrometidas preguntas y
sarcásticos comentarios, disfrazados de felicitación.La habilidad de Sasuke para
tratar con las mujeres la ponía nerviosa y hacía rato que tenía un insoportable
dolor en la mandíbula de tanto sonreír de manera artificial. No era la primera vez que lamentaba haber perdido la tranquilidad de la que habían disfrutado en la costa.Cuando Naruto abandonó Essex para regresar a Londres, Sasuke había
insistido en que se quedaran tres días más en la casa de invitados. Dicho y hecho, pasaron las tres jornadas inmersos en una profunda intimidad. Él la asistía en el baño y le pidió que hiciera lo mismo por él.Sasuke la ayudaba a vestirse y le
enseñaba a desnudarle, le indicaba con paciencia donde estaba cada botón y la
mejor forma de desabrocharlo, hasta que adquirió tanta pericia como el mejor
de los asistentes.Él desplegó sus habilidades a la mínima ocasión: en la playa, en el jardín y en casi todas las habitaciones de la casa.
Sasuke hizo uso de cada caricia y cada mirada para debilitar su voluntad hasta que ella aceptó su compañía sin reservas.
Resignada a su futuro en común, Sakura se esforzó por aprender todo lo que
era importante para Sasuke. Le hizo muchas preguntas sobre la abolición de las leyes de Townsend, y se sintió muy aliviada cuando él no vaciló en discutir sus ideas con ella.Era una norma social, desaconsejar a los hombres que departieran sobre asuntos importantes con las mujeres, pero Sasuke no era proclive a los convencionalismos.
Al contrario, se mostraba encantado con su interés y conversaba con ella sobre un montón de cosas. La desafiaba, la animaba a explorar todas las facetas
de cualquier tema y sonreía con orgullo cuando ella sacaba sus propias
conclusiones, aunque fueran opuestas a las suyas.Sakura suspiró. Disfrutaba mucho de su compañía y cuando el trabajo o las
sesiones del Parlamento le mantenían ocupado se daba cuenta de lo mucho que
lo echaba de menos.—Ése ha sido el suspiro más melancólico que he oído en mi vida —murmuró él.
Ella levantó su barbilla y lo miró a los ojos, que brillaban más que de
costumbre en contraste con el blanco puro de su peluca.lucía un conjunto de un dorado tono pálido y destacaba por encima de cualquier otro hombre de la sala.
—Estás muy guapo —le dijo ella.
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SUPLICAME
RomanceEsta historia NO es mía es una adaptación Ni los personajes me pertenecen