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Sasuke oteó por entre las hojas de un arbusto con los dientes apretados y
sintió cómo una gota de sudor se deslizaba por sus omóplatos. Sakura estaba de pie en el claro que se abría a escasos metros de él, con el diario de su marido entre sus minúsculas manos. La hierba se hundía bajo sus pies a cada paso que daba, y el aire, perfumado con el olor de la primavera, esta vez no conseguía relajarle.

Odiaba aquella situación, dejarla allí expuesta a la voluntad de quien fueraque estuviese interesado en el diario de Haruno. Cambió el peso del cuerpo de un pie a otro con nerviosismo y pensó que se moría de ganas de ir a buscarla:

quería tranquilizarla y asumir esa pesada carga por ella.

Sasuke había tenido muy poco tiempo para prepararse. Ella estaba rodeada de árboles, pero el lugar especificado dificultaba mucho la tarea de vigilancia.

Había demasiados rincones donde esconderse. Sai y los escoltas, que estaban cerca de su posición y vigilaban los deteriorados caminos que conducían al emplazamiento, estaban camuflados. Él era incapaz de localizarlos, y ellos tampoco conocían su paradero; por un momento, Sasuke se sintió desamparado.

La paciencia no formaba parte de su naturaleza. ¿Por qué diablos estaba tardando tanto? Agarró la empuñadura de su espadín con ferocidad.

Aquélla era la misión más importante que le habían asignado jamás.

Requería un buen uso de la mente y la calma imperturbable que había demostrado en sus anteriores cometidos. Pero, para su consternación, en aquel momento no hallaba forma alguna de relajarse. El fracaso nunca había sido una opción, pero en esa ocasión… se trataba de Sakura.

Entonces ella miró a su alrededor, como si lo buscara, como si percibiera su agitación.

Sasuke vio cómo se mordía el labio inferior y se le entrecortaba la respiración. Era una ocasión magnífica para poder observarla a su antojo.

Estudió su imagen, cada detalle, desde la barbilla alzada que desafiaba al mundo,
al nervioso tic que hacía que cambiara el diario de mano constantemente. Una
brisa suave jugó con los rizos que colgaban sobre su nuca y dejó entrever una esbelta columna de piel blanca en su garganta.

Sasuke se distrajo un instante valorando el coraje que demostraba Sasuke en esa situación y la urgencia feroz de protegerla que eso le provocaba, y no vio el cuerpo oscuro que se dejó caer del árbol hasta que fue demasiado tarde. Cuando comprendió lo que ocurría, se puso en pie con la sangre en ebullición.

El agresor tiró a Sakura al suelo y el diario salió despedido para aterrizar a escasos metros de donde estaban. Sakura gritó, pero su aullido fue sofocado con rapidez por el peso del hombre que tenía encima.

Sasuke rugió con furia, se lanzó por encima de los arbustos, derribó al asaltante y le golpeó con los puños antes de que sus cuerpos rodaran por el suelo.

Consiguió aturdirlo con un rápido puñetazo que aterrizó en el rostro del enmascarado.

No podía pensar en otra cosa que en matar a cualquiera que amenazara a Sakura y siguió arremetiendo contra él como si estuviera poseído.

Necesitaba aliviar el pavor que le había atenazado y rugía apremiado.

Sakura se había quedado inmóvil y observaba la escena con la boca abierta.

Sabía que Sasuke era un hombre de un físico poderoso, pero delante de ella siempre se había controlado y demostrado confianza en sí mismo. Ella había imaginado a aquel sinvergüenza manejando una espada o una pistola con temeraria arrogancia o burlándose de sus oponentes con alguna punzante afirmación, antes de poner fin al asunto con presteza y sin derramar ni una gota de sudor. Pero el Sasuke que tenía ante sus ojos en aquel momento era una bestia vengativa, capaz de matar a un hombre con sus propias manos. Algo que, dada la situación, parecía desear con todas sus fuerzas.

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