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—Los sirvientes de la casa principal nos han traído la cena.

Sakura levantó la vista del diario de Haruno y vio a Sasuke en el umbral de la puerta. Suspiró, cerró el libro y apartó la manta con que se había tapado las piernas. Luego se levantó del sofá y aceptó el brazo que él le ofrecía para ir hasta el pequeño comedor, donde Sasuke se sentó frente a su plato de
ternera con su apetito habitual.

Sakura le observó con una sonrisa dulce en los labios. La voracidad que Sasuke demostraba por la vida nunca dejaba de sorprenderla. Aquel hombre nunca hacía nada a medias.

—Supongo que fueron los escoltas quienes te dijeron donde estaba —dijo ella con sequedad.

—Ése es otro de los motivos por el que deberíamos casarnos —respondió él
mientras masticaba otro bocado—. Eres muy problemática. Necesitas mucha vigilancia.

—Soy capaz de cuidar de mí misma, Sasuke.

Él frunció el cejo y le dirigió una mirada penetrante.

—Alguien saqueó tu habitación cuando te marchaste, Sakura.

—¿Qué? —Ella palideció.

Sasuke se puso serio.

—Me parece que ahora te sientes igual que yo cuando lo descubrí. Pensé que te habían secuestrado. —Levantó el cuchillo y la señaló con él—. No vuelvas a asustarme así jamás.

Ella apenas escuchó sus palabras… Su habitación. Saqueada.

—¿Faltaba algo? —susurró.

—No estoy seguro. —Sasuke dejó los cubiertos sobre la mesa—. Si echas
algo en falta yo lo repondré.

La oferta, posesiva y soberbia, enfureció a Sakura, que cayó presa de un terrorífico pensamiento.

—¿Naruto? ¿Hinata?

—Todo el mundo está bien —la tranquilizó él con una expresión tranquilizadora.

—¿Entonces Naruto ya sabe lo del diario?

—Tu hermano pensó que el desorden había sido cosa tuya, que yo te había.hecho enfadar y habías montado en cólera. No sabe nada más.

Sakura se llevó la mano al pecho e intentó imaginarse la escena.

—Todas mis cosas revueltas. —Se estremeció—. ¿Por qué no me lo dijiste
antes?

—Porque estabas muy angustiada, amor.

—Es obvio que esto me angustia, ¡es terrible!

—Tienes derecho a sentirte profanada. Doy gracias a Dios de que no estuvieras en casa cuando ocurrió. Aunque no por ello te animo a escapar cuando se te antoje.

—A veces, la gente necesita un respiro —contestó ella con una incomodidad y un nerviosismo crecientes; las palmas de sus manos se humedecían por momentos.

—Lo sé muy bien —murmuró Sasuke, como para recordarle que él había abandonado Inglaterra después de que ella se casara—. Pero yo necesito saber dónde estás, a cada minuto de cada hora.

Alterada por lo que le acababa de escuchar y por una repentina punzada de culpabilidad, Sakura lo miró y le espetó:

—¡Tú eres el motivo de que necesite un respiro!

Sasuke dejó escapar un suspiro de frustración.

—Come —le ordenó.

Ella le sacó la lengua y luego se bebió el vino para calmar el frío que sentía en su interior.
Acabaron de cenar en silencio, perdidos en sus pensamientos, y luego se retiraron a la salita, donde Sakura retomó el estudio del diario de Haruno y Sasuke se quitó las botas y empezó a pulirlas.

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