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—No debería haber venido a mi casa.
Itachi St. entró en el carruaje sin identificar de los Uchiha.

La abrumadora presencia del pirata dominaba el interior del coche y cargó el
ambiente de una energía tan densa que obligó a Sakura a apoyarse contra los
cojines.

Ella miró por la ventana y se sorprendió de la elegancia de la pequeña casa en la que residía.

Destacaba mucho en aquella parte tan poco elegante de Londres, sobre todo por los corpulentos escoltas de la puerta, que dejaban entrever los sórdidos asuntos que tenían lugar en su interior.

Se sentó frente a ella.

—Éste no es un lugar apropiado para una dama, y un carruaje tan ostentoso puede atraer la clase de atención que no quiere recibir.

—Sabe que no tenía elección. En cuanto averigüé su paradero, pensé que debía acercarme. No había otra forma de llegar a usted. —Sakura arqueó una ceja—. Señor Itachi St. debería responder a algunas preguntas.

Él esbozó una sonrisa irónica mientras se reclinaba y se colocaba bien la casaca.

—No hay por qué ser tan formal. A fin de cuentas, somos parientes.

—Como si pudiera olvidarlo.

—Entonces me cree.

—He pedido que lo investigaran.
Itachi St. miró a su alrededor como para asimilar la opulencia del interior del
carruaje, recubierto de piel oscura, con una sola mirada.

—Es una pena que se haya casado con Uchiha. Ese hombre era un buen objetivo al que vaciarle la cartera.

—Le sugiero que busque otro entretenimiento si no quiere hacerme enfadar. No suelo ser agradable cuando monto en cólera.

Itachi St. Parpadeó, echó la cabeza hacia atrás y se rió a carcajadas.

—Me gusta mucho. Le aseguro que soy muy leal a mi parentela, y Uchiha, ahora, es algo parecido a un miembro de mi familia, ¿no?

Sakura se frotó el cejo en un vano esfuerzo por contener su dolor de cabeza y murmuró:

—Uchiha no sabe nada de esto y prefiero que siga siendo así.

Itachi St.  Alargó su brazo y abrió el pequeño compartimento que había junto a su asiento. Cogió un vaso, sirvió dos dedos de brandy y se lo ofreció a Sakura.

Ella lo rechazó y él guardó el decantador.

—Me di cuenta de que no le había contado nada cuando vino a verme, pero pensaba que ya habría tenido tiempo de explicárselo.

Al examinarlo con más detenimiento, Sakura pudo ver el débil tono amarillento de un moretón alrededor de su ojo izquierdo y la pequeña cicatriz que tenía en el labio.

—¿Uchiha le hizo esas heridas?

—Ningún otro hombre se atrevería.

Ella esbozó una mueca de dolor.

—Le pido disculpas. No tenía intención alguna de hablarle de nuestro encuentro, pero se me olvidó pedirle a mi suegra que fuera discreta.

Itachi St. Hizo un gesto con la mano para restarle importancia.

—Los daños no han sido irreversibles. En realidad, resultó bastante estimulante, después de tantos años de punzantes intercambios dialécticos. Ya era hora de que habláramos en serio. Me alegré mucho de que me encontrara porque tenía mucha curiosidad por saber lo que sentía por usted. Constaté que usted es la única debilidad que ha tenido ese hombre en toda su vida. Lo único que lamento es no poder utilizarla.

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