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—Estás temblando —murmuró Hinata.

—Hace frío.

—¿Y entonces por qué sudas?

Sakura fulminó con la mirada a su comprensiva cuñada a través del espejo.

Hinata sonrió sin alterarse.

—Estás preciosa.

Sakura bajó la vista y volvió a mirarse. Había elegido un vestido de tafetán azul pálido con las mangas hasta los codos, y la falda y las enaguas a juego.

La imagen que desprendía era de serenidad, una emoción que hubiera agradecido poder sentir en aquel momento.

Suspiró trémula y esbozó una mueca.

Después de haberse jurado tantas veces
que jamás llegaría ese día, no se sentía preparada para lo que representaba.

—Te encontrarás mejor cuando estés junto a él —le prometió Hinata.

—Quizá me sienta peor —murmuró ella.

Pero un cuarto de hora después, cuando Sakura avanzaba por el pasillo del brazo de su padre, la visión de Sasuke la dejó sin aliento y le levantó el ánimo, tal como Hinata había predicho.

Estaba resplandeciente con sus galas y la miraba con tanta emoción que podía apreciar el color negros de sus ojos incluso desde aquella distancia.

Ella sentía que, entre ellos, había algo más que una mera separación física.

La reputación de Sasuke y su implicación laboral con Kakashi suponían grandes
obstáculos, y se preguntaba si algún día podrían superarlos.

Él le había prometido fidelidad y también había accedido a pensar en dejar la agencia, pero no le había asegurado nada. Ella sabía que si no alcanzaba ambas metas, acabaría
detestándolo. Y, si resultaba que se estaba casando con ella por venganza, su acuerdo estaba condenado, incluso antes de empezar.

Sakura no pudo evitar preocuparse y sentir miedo del futuro que les esperaba juntos.

—¿Estás segura de que éste es el camino que quieres tomar? —le preguntó su padre en voz baja.

Sorprendida, Sakura lo miró con los ojos muy abiertos, pero su cabeza apuntaba hacia delante. Estaba más distante que nunca, demostraba una actitud muy parecida a la que había adoptado Sasuke durante los últimos días.

—¿Por qué? —fue todo cuanto alcanzó a decir.

Su padre frunció los labios mientras se dirigían al altar y al hombre que allí
les esperaba.

—Esperaba que te casaras por amor.

De no haber habido una multitud pendiente de ellos, Sakura lo hubiera mirado boquiabierta.

—No esperaba que me dijeras tal cosa.

Él suspiró y la observó de reojo.

—Estaría dispuesto a sufrir mil tormentos, a cambio del privilegio de disfrutar de tu madre el tiempo que la tuve.

Sakura sintió pena por él y por el vacío que sus ojos dejaban entrever.

—Papá…

—Podemos dar media vuelta, Sakura —le dijo él con brusquedad—. Me preocupan los motivos de Uchiha.

Cuando las dudas empezaron a revolverle el estómago, Sakura volvió la cabeza para contemplar a su prometido. Sasuke esbozó una de sus encantadoras sonrisas, como un silencioso estímulo, y a ella se le paró el corazón.

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