Sakura paseaba inquieta a los pies de su cama. La luz nacarada de la luna entraba por la ventana, cuyas cortinas permanecían abiertas desde la tercera noche de su estancia, e iluminaba el espacio. No tenía sentido cerrarlas porque, tanto si estaba oscuro como si no, ella no podía conciliar el sueño; sólo conseguía descansar una o dos horas cada noche.
Angustiada, se cubrió el rostro con las manos. Si no lograba aliviar aquel doloroso deseo que sentía por Sasuke, acabaría volviéndose loca.
Durante los últimos diez años, había coleccionado cientos de imágenes de él
en su mente: Sasuke tumbado en una manta en la playa; Sasuke estirado en el sofá, en mangas de camisa, leyéndole en voz alta; Sasuke junto a la chimenea, a la luz del fuego…Había memorizado sus sonrisas y la forma en que se frotaba la nuca cuando estaba nervioso.
Sabía que la barba que le crecía durante la noche le ensombrecía el rostro a la mañana y retenía en la memoria el brillo malicioso de sus ojos cuando la provocaba y la deseaba.
Él la deseaba.
El fulgor de sus iris esmeralda y el timbre de su voz le decían, cada día, que necesitaba abrazarla, tocarla y hacerle el amor. Pero cumplía su promesa y no había hecho ningún movimiento más para seducirla.
Suspiró y se miró las manos.
La verdad era que Sasuke no tenía que
esforzarse para conseguir que ella se derritiera porque su pasión era instintiva e
incontrolable.¿Entonces, por qué se paseaba de un lado a otro de sus aposentos con una angustia febril si el alivio que buscaba estaba en la habitación contigua?
Porque sabía que él, la personificación de todo lo que siempre había deseado, era nocivo para ella. Era un libertino de cierto renombre, lo había vuelto a demostrar en los establos, que no merecía su confianza.
Sakura quería encerrarlo, quedárselo para ella sola y no compartirlo con nadie. Sólo así
conseguiría encontrar cierta paz. Sólo entonces recuperaría el aliento y dejaría
de sentir aquel punzante dolor ante su posible pérdida.« Los celos son una emoción muy posesiva, amor —le había dicho aquel primer día en la play a—. Tendrás que casarte conmigo si quieres tener derecho a sentirte así» .
¿El « derecho» a qué? A quedárselo, a reclamarle, eso era lo que ella quería,
a pesar de saber que sería una tortura.No encontraría ninguna tranquilidad si se ataba a un hombre como Sasuke, cuyo apetito por la vida y la aventura lo convertía en un ser del todo indomable.
En sus brazos, sólo hallaría dolor y una decepción infinita. Pero el deseo no
desaparecería nunca.Se detuvo y clavó sus ojos en la cama, recordando la intensidad de esa avidez.
¿Acaso un anillo, su apellido, y tener el derecho a poseer su cuerpo no eran
mejor que nada?Antes de poder reflexionarlo con detenimiento, Sakura salió de su
dormitorio y entró en el de Sasuke sin molestarse en llamar.Se dirigió a la cama y aminoró el ritmo de sus pasos cuando se dio cuenta de que estaba vacía; las sábanas estaban muy revueltas.
Miró sorprendida a su alrededor y descubrió a Sasuke frente a la ventana.
Desnudo e inmóvil, bañado por la luz de la luna, la observaba sin parpadear.
—¿Sasuke?
—¿Qué quieres, Sakura? —le preguntó él con aspereza.

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SUPLICAME
RomanceEsta historia NO es mía es una adaptación Ni los personajes me pertenecen