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Sakura entró en la casa principal por las puertas del despacho que daban al jardín.

Aunque el alba aún no había llegado, el personal de cocina ya estaba en pie para preparar las comidas del día y no quería correr el riesgo de cruzarse con ellos. ¡Y menos tan despeinada y con la piel sonrojada!

—Sakura.

Asustada, se sobresaltó y la visión de Naruto en la puerta hizo que su estómago se encogiera.

—¿Sí, Naruto?

—¿Tienes un momento, por favor?

Ella suspiró mientras él entraba en el despacho y cerraba la puerta. Miró a su
hermano y se cruzó de brazos.

—¿Qué diablos estás haciendo con Uchiha? Y, además, ¡en nuestra casa de invitados! ¿Es que has perdido la cabeza?

—Sí. —No tenía sentido negarlo.

—¿Por qué? —preguntó él, confuso y dolido.

—No lo sé.

—Le mataré —rugió— por tratarte así y utilizarte de este modo tan cruel. Te dije que te alejaras de él y te advertí que sus intenciones eran deshonestas.

—Y lo intenté, Naruto.

Sakura se dio media vuelta y se dejó caer sobre una silla.

Su hermano dejó escapar un juramento y empezó a caminar de un lado a otro de la habitación.

—Podrías haber estado con cualquiera. Si no fueras contraria al matrimonio podrías haber elegido a un compañero más adecuado.

—Naruto, agradezco mucho tu preocupación, pero soy una mujer adulta y puedo tomar mis propias decisiones, sobre todo acerca de algo tan personal como tener un amante.

—Cielo santo —espetó él—. Detesto hablar de estas cosas contigo.

—No tienes por qué hacerlo —contestó ella con sequedad.

—Oh, por supuesto que sí. —Y la rodeó—. Después de sufrir tus interminables sermones sobre mi comportamiento licencioso…

—Claro, ¿lo ves? He tenido el mejor profesor del mundo.

Naruto se detuvo de repente.

—No tienes ni idea de lo que hablas. Has perdido la cabeza.

Sakura inspiró hondo.

—Es posible, Naruto. O quizá sea Uchiha quien no comprenda nada. Y si hasta el momento no era así, pronto lo sería.

Él resopló.

—Sakura…

—Ya basta, Naruto. Estoy cansada. —Se puso de pie y se dirigió al pasillo—. Uchihavendrá esta noche a llevarme a la cena de los Fairchild.

Había intentado negarse, pero Sasuke había insistido arguyendo que su seguridad estaba en juego. Si no dejaba que él la acompañara, no le permitiría ir.

Y se había mostrado implacable al respecto; encantador, pero implacable.

—Está bien —espetó Naruto—. Hablaré con él cuando llegue.

Ella le hizo un gesto despreocupado por encima del hombro.

—Adelante. Pídele a alguien que me avise cuando acabes.

—Esto es insoportable.

—Me imaginaba que pensarías eso.

—Es abominable.

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