EPÍLOGO

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Londres, abril de 1771

El día era perfecto para cabalgar por el parque y Sasuke lo disfrutaba sin
ambages.

Su caballo tenía mucha energía y brincaba con impaciencia, pero él
conseguía llevar las riendas con una mano mientras se tocaba el ala del sombrero con la otra para saludar.

Acababa de empezar una nueva Temporada, su primera temporada entera con Sakura como esposa, y él estaba exultante de alegría.

—Buenas tardes, lord Uchiha.

Sasuke volvió la cabeza en dirección al coche que se había detenido a su
lado.

—Lady Uzumaki. —Sasuke sonrió.

—¿Puedo preguntarle por lady Uchiha?

—Por supuesto. Pero siento tener que comunicarle que está haciendo la
siesta. Languidezco por su compañía.

—Pero no está enferma, ¿verdad? —preguntó Hinata frunciendo el cejo
por debajo de su sombrero.

—No, está bien. Acabamos de regresar a la ciudad y el viaje ha resultado
extenuante, sólo se encuentra un poco cansada.

No le dijo que tampoco la había dejado dormir demasiado en la pensión.

Sakura estaba más hermosa cada día que pasaba y, en consecuencia, más irresistible.

Sasuke solía pensar en el retrato de su madre, que colgaba encima de
la chimenea del salón principal de Uchiha.

Hubo un tiempo en que deseó ver esa felicidad en el rostro de Sakura. Ahora se atrevía a decir que la había superado.

Y pensar que hacía un año lo único que quería era saciar su lujuria, algo
imposible, y acabar con aquel tormento… Pero todo eso y a era un recuerdo lejano. Daba a Dios gracias, cada día, por haber conseguido derrotar también a los demonios de Sakura.

Juntos encontrarían la paz, ese estado que tanto les complacía.

—Me alegro de saber que no es nada serio. Mi hijo tiene muchas ganas de
volver a ver a su tía. Recuérdele que prometió venir a visitarnos esta semana.

—Estoy seguro de que lo hará.

Charlaron un poco más, pero cuando su caballo empezó a impacientarse, Sasuke se despidió. Tomó un camino menos transitado del que utilizaban la
mayoría de los paseantes y dejó que su caballo galopara a gusto.

Luego giró en dirección a la plaza Grosvenor esperando haberle dado a Sakura tiempo suficiente para descansar. Sasuke se sentía impaciente y no quería entretenerse más.

Cuando llegó a su casa y vio al hombre que salía de ella se apoderó de él un intenso nerviosismo.

Lanzó las riendas al mozo que vino a recibirlo y corrió hacia adentro.

—Buenas tardes, milord —le saludó el sirviente mientras Sasuke le daba el
sombrero y los guantes.

—Por lo visto, no tan buenas teniendo en cuenta que ha estado aquí el médico.

—Lady Uchiha está indispuesta, milord.

—¿La viuda?

Pero sabía que no era así. Durante el desayuno, su madre había mostrado un
aspecto perfectamente saludable, mientras que Sakura llevaba una semana sin encontrarse del todo bien.

Subió los escalones de dos en dos con una profunda preocupación.

Cuando la madre de Sakura había enfermado, no había logrado
recuperarse nunca más, algo que Sasuke no podía olvidar, dado que las
cicatrices de esa pérdida les habían mantenido separados durante años.

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