Capítulo 36.

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Sheldon se levantó temprano en la mañana, esta vez, no para ver Doctor Who, si no para prepararle un desayuno a su esposa y recibir el regalo que le había pedido por Internet. 

Antes, el 17 de diciembre solía ser un tipo de rutina en su horario, como cualquier otro día, y ahora, desde la llegada de Amy a su vida eso había dado un vuelco de 180 grados, sobre todo después de implementar el famoso coito de cumpleaños.

Pero ahora... ahora que ella estaba embarazada de su primera progenie juntos, no sabía muy bien como manejarlo, se sentía rebosante de felicidad.

Tanto, que incluso estaba pensando en no ir a la despedida de soltero de Kootrhappali en la noche y simplemente quedarse con Amy y su pequeño o pequeña Koala hasta el final del día.

De pronto, unos golpes en la puerta lo despertaron de sus pensamientos y dejando de lado lo que estaba haciendo en la cocina, corrió hasta la puerta para que el repartidor no provocara más ruido.

Al abrir la puerta la caja se estampó en su pecho con algo de fuerza, hizo un mohín con los labios ante tal brusquedad.

—Señor, sabe que esto le saldrá más caro, ¿no? —el joven frente a él suspiró— ¿Cuando van a arreglar ese maldito ascensor? 

Sheldon arrugó el semblante, afirmando la caja y dejándola junto al plato de las llaves.

—Primero, te he dicho exactamente dieciséis veces que no me digas señor, solo Doctor Cooper, segundo, el ascensor ya está funcionando. —metió su mano en su bolsillo y sacó un par de billetes para dárselos al chico.

—Pero...¿cómo? —recibió el dinero y lo guardó en su bolsillo— Su amigo con cabello de los Beatles me dijo que le habían sacado los carteles de "no funciona" solo porque se veían poco estéticos. 

Sheldon viró los ojos.

—Eso te deja una enseñanza importante: no le creas a los ingenieros.

El joven volvió a suspirar pesado mientras se secaba la frente perlada en sudor.

El físico teórico solo negó con la cabeza y cerró la puerta.

Tomó la caja y caminó con ella hasta la encimera de la cocina.

Buscó el cúter en el mueble de la televisión y procedió a abrir dicha caja con cuidado.

Y ahí estaban: Las 10 temporadas de Little House On The Prairie en un paquete original por el cual había estado ofertando casi dos horas seguidas en Internet.

En un principio Sheldon no podía creerlo, dígamos, que una serie tan "normal" tuviese tanta fanaticada ofertando precios tan altos por ella pero al parecer, habían gustos de todo tipo. 

Una vez su presente estuvo envuelto en un papel de regalo y el desayuno listo fue a despertar a Amy.

Primero le molestaba, pues no estaba acostumbrado a ese comportamiento en su esposa, pero ahora solo lograba darle ternura lo perezosa que ella se había vuelto en su embarazo. 

Con delicadeza se subió a la cama y se recostó a su lado, besando su hombro y luego su mejilla.

La observó unos segundos.

Cuando le dijo que sin lentes se veía mal, había sido un completo tonto, ella se veía bellísima... el ciego solo era él.

—Cumpleañera, despierta. . . —él enterró su rostro en el cuello de ella y dejó un par de besos.

"You are my heartworm" [S H A M Y] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora