17: La Gloria y el Oro

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Nathan Clark.

Ato los cordones de mis zapatillas antes de colgarme la mochila al hombro. Iré a la biblioteca a terminar los proyectos de la semana, después de eso quizá seguir pensando en el posible paradero del Athyo.

Lo que no me explico aún es cómo un objeto tan importante como lo es el Athyo de pronto podría estar en todos lados. Si está aquí... ¿Por qué? ¿Quién lo trajo? ¿Quién lo sabe y qué ha hecho o planea hacer con él?

—¿A dónde vas? —ruedo los ojos al encontrarme a Caleb esperando fuera de mi habitación.

—Tengo tarea —respondo.

Él solo rueda los ojos.

—Pudimos escoger la universidad —murmura con frustración—, es mucho mejor que la secundaria, aquí a todos les importa la vida del resto...

—Lo dices solo porque no quisimos estudiar medicina —repongo—, además, no escogimos la secundaria porque amemos volver de vez en cuando... Estoy casi seguro de que debe estar aquí.

—¿Por qué estaría aquí si la madre de Alex es quien con mayor probabilidad debería estar cuidando de él? —pregunta.

Tomo un paso atrás, confundido.

—¿Qué?

—Nathan, si su madre es de segunda generación pues ella debe estar con los capuchas... Ella o alguien que conoce debería haber estado a cargo del Cubo —responde— ¿Por qué me miras así?

—¿Por qué Alex está aquí? —pregunto.

—¿Eso qué?

Le tomo del brazo y lo meto a mi habitación.

—Caleb —digo—, si la madre de Alex estaba de guardiana del Cubo y mandó a Alex aquí es porque ella ya no lo tiene...

—¿Y mandó a Alex a recuperarlo? —niega, bufando—, ella no tenía idea de nada hasta hace poco, no hay manera...

—No la mandó aquí a buscar el Athyo, la mandó como mensaje en clave a nosotros, sabía que estaríamos aquí —respondo—, pero la pregunta es ¿Quién lo tomó de ella?

Y si alguien lo tomó de ella ¿Por qué no se lo dijo a nadie? ¿Por qué no nos buscó y nos lo dijo directamente a nosotros? ¿Sería tanto su deseo de mantener una vida tranquila que decidió ignorar por completo el hecho de que un objeto así dañaría el mundo por siempre?

Esa no suena como la Cara Alnath que yo conocía.

—Si ella era guardiana pues debe haberlo tenido por cientos de años con ella —niega— ¿Quién podría quitárselo ahora? Si en cien años nadie pudo...

—Porque quizá no lo necesitaban —digo.

—No creo que aparte de nosotros y Derek hayan otros Rhaegs aquí... —dice

—No notamos que Alex era como nosotros, no hasta que sucedió lo de la noche del eclipse... Lo supimos porque no sabía qué era y su poder la controlaba a ella, solo así lo supimos. Si no la notamos a ella siendo una completa ignorante... Alguien sabe ocultarse bien.

—Tendríamos que apuñalar a cada persona en la academia y ver quienes sanan y quienes no —bromea— ¿A todo esto? ¿Por qué Alex no sana?

—Porque no sabe que puede hacerlo—me encojo de hombros.

—¿Y si la mandó aquí para que nosotros le digamos qué es? Es ridículo que la haya mantenido toda su vida mintiéndole acerca de su origen siendo la más cercana de nosotros a la pureza total—propone, sentándose en mi escritorio.

—Somos de los primeros Rhaegs.

—Yo hablo de la sangre de dragón —repone, señalando la pequeña estatuilla dorada del animal con alas gigantes y cola de reptil.

—La única persona que vi arder en llamas y salir ileso fue a su padre —admito—, debiste verla anteanoche brillaba como una estrella.

No es Chica Estrella, es Chica Dragón.

Oigo a Caleb reír lo cual me lleva a regresar mi vista hacia él.

—¿Qué? —pregunto rodando los ojos.

—Te gusta —afirma riendo.

Solo lo ignoro.

—Me alegra que hayas superado tu flechazo del pasado —bromea.

Le dedico una mirada asesina antes de que pueda seguir hablando. Eleva las manos en son de paz antes de dejarse caer sobre mi cama, tirando las almohadas al suelo.

—Bien, solo digo que algún día tendrás que hablar de eso —murmura.

—Ese es mi problema —respondo de mal humor—, volvamos al tema principal.

—Oh, sí, tu nuevo amor... Amm... Quizá la mandó aquí para que la preparemos para algo.

—¿La Gran Guerra parte Dos? —pregunto con humor, cruzándome de brazos— Claro, Caleb... Como si eso pudiese volver a suceder.

—¿Y por qué no? —cuestiona, como si lo que acabo de decir no fuese un chiste— Todos los elementos de la última vez están aquí otra vez... El Athyo, alguien con un bando con una motivación maligna y otro bando con una motivación buena.

—¿Malos y buenos? —cuestiono elevando una ceja— ¿En eso nos vas a resumir?

—¿Qué podría querer Derek? —responde— ¿Qué podría querer él con el cubo? Dime, Nathan... ¿Paz mundial? Si trajo a un maldito grupo de perros con él hasta aquí es porque nada bueno planea, si ese cubo está aquí tenemos que encontrarlo antes de que él lo haga y por lo que parece él sabe más que nosotros.

—¿Y qué haremos nosotros con el Cubo? —pregunto— ¿Regresarlo?

—¿Qué más haríamos, Nathan? —me pregunta— Ya no tenemos nada.

—Por eso lo digo, nosotros podríamos ser lo que éramos, podríamos recuperar...

—Si te atreves a decir que usaríamos el Athyo para recuperar Fonov voy a tener que detenerte —me corta—, perdimos a ese dragón hace años... Tampoco recuperaremos nuestra fortuna ni la fuerza que teníamos hace cuatrocientos años, nuestra dinastía y todo lo que éramos murió es solo un viejo recuerdo de tiempos de gloria. Nathan, usar ese cubo con motivaciones egoístas jamás lleva a algo bueno y lo hemos vivido.

—Perdimos todo, Caleb —mascullo—, cada cosa que importaba, nuestro hogar.

—¡Pero nada de eso importa, ya! —exclama— ¡Nathan, no vamos a volver a eso! Tenemos más de lo que mucha gente tiene y ninguna de nuestras razones para pelear en el pasado es válida ahora...No puedo creer que estés volviendo a eso.

Él sacude su cabeza sin dar crédito a lo que digo, sus cejas se fruncen sobre sus ojos oliva mientras se levanta de la silla, dispuesto a irse.

—Si vamos a prevenir que Derek llegue al cubo primero solo para que tú cumplas tus deseos egoístas porque no superas la derrota... Prefiero que lo tome él y haga lo que necesita.

No puedo evitarlo de mis dedos desprenden débiles rayos hacia él, los bloquea de inmediato antes de ponerse de pie y enfrentarme cara a cara.

—¿Estás con él ahora? —pregunto entre dientes.

—No, pero a veces pienso en lo que le hicimos —admite y detecto en él la culpa.

—Todos perdimos cosas que amábamos en aquellos tiempos —le recuerdo con la misma dureza con la que él me mira a mí.

—Pero no todos amamos la gloria y el oro —niega—, no es todo lo que siempre nos ha importado.

Suspiro, rendido.

—Escucha —suavizo mi tono—, ya no soy así...

—Hace diez segundos parecías el viejo Nathan —tuerce la boca con disgusto—, volviste a ser Nathaniel Cepheus, el...

—No digas, no quiero volver a oír ese sobrenombre nunca más—le corto—. Solo encontremos el Athyo.

—¿Y después qué? —pregunta.

—Encontraremos una respuesta a eso.

Academia WindstormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora