8: La Muerte, los Rhegar y los Berserkers

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Dana, silba, sorprendida ante las cartas sobre la mesa. Observo las figuras pintadas a mano, de aspecto tan antiguo y mágico. Me pierdo en los dibujos y los posibles horribles significados que puedan tener.

—Ay, Alex —susurra—. Tenemos, el Diablo, el Colgado, la Luna, los Enamorados, la Muerte...

Dana toma mi mano, con una sonrisa dulce.

—No temas —sonríe—. No todo es malo en la tirada, pero puedo decirte desde ya... que hay cambios muy difíciles, decisiones complicadas y sacrificio.

—¿Por qué los dibujos son tan malos, entonces? —cuestiono.

—No es tanto en sí lo que son, si no lo que pueden llegar a representar y cómo se pueden interpretar —dice— ¿Quieres que sigamos o estás demasiado aterrada?

—¿Cómo es que aprendiste a hacer esto? —pregunto.

—Mi madre y mi abuela se dedican a esto —dice, recogiendo las cartas—. No aprendí hasta los quince.

—Qué interesante —digo—, y terrorífico.

—Hay más bondad en esto de lo que algunos te hacen creer —dice—. Bueno, depende de quién tenga la magia en sus manos.

—¿Crees en la magia? —pregunto, elevando una ceja.

—Cien por ciento —responde— ¿Tú no?

—No veo porqué debería —respondo, sincera.

Dana ríe, guardando sus cosas.

—Hay cosas que no tienen sentido hasta que la magia entra en el plano —dice—. Hay tantas cosas que van más allá de la comprensión humana, tantas cosas que desconocemos y tantas cosas que por falta de fe nos negamos a ver... Si creyeras en la magia te diría que las driadas quisieron comunicarse contigo.

—¿Las driadas?

—Mujeres hermosas que habitan y protegen el bosque —dice—, de voces angelicales...

Al oír su comentario acerca de las voces, la sangre dentro de mis venas responde, congelándose.

—No tienes que creerme —Dana ríe, restándole importancia—. Son leyendas, Alex.

—¿Entonces no crees que existan?

—Personalmente lo hago —se encoje de hombros—. No son seres a quienes hay que temer, hay otros mucho peores.

—¿Cómo cuáles?

—Licántropos, brujas de magia negra, dragones, vampiros, reptilianos —dice, para este punto ya está bromeando.

—No creo que creas en todo eso —digo.

—Por supuesto que no —ríe—, los reptilianos no existen. Deberíamos irnos ya.

—¿Prometes que no me vas a dejar sola?

—¿Y que los elfos te arrastren por el bosque? —cuestiona, elevando una de sus cejas— ¡Diablos, no!

Ambas salimos de la habitación que comparte con Jade. Las otras chicas van bajando por la torre de igual manera, todas hablando y riendo. Todas vestidas con sudaderas y pantalones cómodos.

—¿Dana? —le llamo.

—¿Mmh?

—¿Qué opinas del profesor Dorsey? —pregunto, insegura.

—¿Él te incomoda?

—¿Es algo que él haría? —pregunto.

—No, es solo que... tiene una mirada fuerte ¿No? —dice, encogiéndose de hombros.

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