31: Memento

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Nathan Clark.

Mantengo la vista en los árboles remeciéndose con el suave viento de la madrugada. No he sido capaz de cerrar los ojos en toda la noche, reviviendo aquella noche una y otra vez en mi mente. Tardé años en encontrar a alguien con quien estar, alguien que fuese como yo... Y todo se desvanece tan rápido.

Ha sido una semana dura para todos. Haber perdido a Alex se siente como culpa mía, porque sé que debí haber hecho más, que debí ser yo quien corriera tras él y no ella. Ray no me odia, no me odia por haber matado a su hija en medio de la pelea, solo espera junto a nosotros craneando alguna idea que pueda devolverle a su hija.

Jade no ha querido volver a nuestra casa, donde se había estado quedando después de que la energía del Athyo derrumbara cada pared de ese castillo. Las primeras dos noches lloró en el jardín hasta quedarse sin lágrimas, se fue de regreso a Rosemont diciendo que no podía soportar dormir bajo el mismo techo donde el cadáver de su hermana se encuentra.

Y la entiendo, esa es la razón por la que no logro volver a dormir en las noches.

Mis padres partieron al norte de Windstorm, buscando a las Liminiades y la vieja sangre del dragón. Caleb ha pasado día y noche leyendo los antiguos libros de los maestres en busca de alguna solución pero todo recae en el mismo objeto.

—Papá llamó —Jake entra a mi habitación. Me quedo en silencio—. Papá llamó.

—¿Y qué? —pregunto, de mal humor.

—Están de regreso —dice—, tienen lo que buscaban pero las Liminiades no aseguran que haya un cambio, su corazón no late, nuestra única opción.

—No —me adelanto—, intenten con el veneno, la sangre y con más electrochoques... no vamos a volver a...

—¡Es nuestra única opción! —exclama, perdiendo la paciencia— Nuestra única manera de traerla de regreso y te niegas a hacerlo.

—¡NO PODEMOS MANIPULAR EL TIEMPO! —grito en respuesta—¡NOSOTROS NO, ELLOS SÍ!

—Esas porquerías espaciales no han aparecido en cientos de años —gruñe, sus ojos brillan en púrpura—, esas mierdas no aparecerán aunque nos expongamos frente a los comunes. No hay otra manera y si seguimos sin hacer nada se irá para siempre.

—Está en un maldito congelador —digo—, ya está muerta.

—No logro entenderlo —dice, me ve con desprecio—. No sé si no quieres hacer esto porque la prefieres muerta o porque...

—No vuelvas a decir eso —elevo la voz, furioso—, no digas eso otra vez. Mejor cállate y lárgate de mi habitación.

—¡Cállate tú y escúchame! —grita, tomándome de las muñecas antes de que pueda empezar a pelear con él— ¡A todos nos duele! ¡No queríamos perder a alguien! ¡Pero ella nos salvó a todos! ¡Y tú lo único que has hecho es encerrarte aquí a compadecerte de ti mismo y gritar sobre cómo no quieres que usemos el Athyo!

—¡No sabes ni lo que dices! —respondo— ¡Estoy buscando una manera!

—¡Sé de lo que te estoy hablando! —grita—¡Nosotros también estamos sufriendo por ella! ¡No eres el único que la quería! ¡No eres el único que sufre! Pero sí eres el único que no hace nada por detenerlo...

Me quedo en silencio, la electricidad de mi cuerpo cede. Veo a los ojos de mi hermano, él también intenta tranquilizarse. Con algo de amargura acepto que tiene razón y logro ver más allá de mí mismo.

Ellos sienten tanto dolor como yo y solo he mirado mi propio reflejo todo este tiempo. Solo suspiro, acercándome a él y ofreciéndole un abrazo, me responde con fuerza.

Academia WindstormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora