11: Ballet, Escondite y Verdades

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Me disculpo una vez más con la profesora a la par que suelto la barra. Agito mi cabeza, decepcionada de mí misma antes de volver a intentar el paso. Ella asiente despacio, siguiendo el movimiento de mis piernas y pies sobre el suelo, de vez en cuando me toca la espalda con la punta de su barra, corrigiendo mi postura.

—Bien —me anima—, intenta no forzar tanto el movimiento, debe ser suave.

Asiento, limpiando el sudor de mi frente. Está demás decir que estoy oxidada, llevo mucho tiempo sin hacer algún tipo de práctica.

—Bueno, este año el ballet que presentaremos para las fiestas del pueblo será El Lago de los Cisnes —anuncia—, no será una coreografía muy profesional pero si algo demandante... tómense su tiempo para practicar y aprender, pronto buscaremos a nuestra reina cisne y al cisne negro. Pueden ir a su torreón a descansar, mañana hay clases temprano y no olviden que el comedor cierra a las nueve.

Suspiro y me salgo de la fila, buscando mis cosas al fondo del studio.

—Quiero ser la reina cisne —Gini, una chica de cabellos rubios le dice a su amiga.

—Es tu primer año en ballet —le dice la otra—, no creo que consigas el puesto.

Frunzo el ceño.

Quizá y pueda conseguir uno de los dos papeles, no importa cuál, a mamá le gustaría verme en bailar después de tanto tiempo y qué mejor manera que haciendo de uno de los personajes principales.

¿Me dejarían hacer del príncipe?

Me quito las zapatillas de ballet, echándolas a la mochila. La escuela tiene buenos pares de zapatillas a decir verdad, todo el dinero que mi madre está pagando hasta ahora vale la pena. Me pongo las zapatillas blancas sintiendo mis pantorrillas doler.

Me calzo la sudadera, indispuesta a cerrar el zipper por el calor que emana de mi cuerpo, me cuelgo la mochila y salgo del studio con las demás chicas, afuera, el viento corre, helado.

Me abrazo un poco a mí misma, echándole un vistazo al cielo de la noche buscando algún tipo de indicio de posible lluvia, sin embargo encuentro el cielo despejado y la luna brillando sobre mi cabeza.

Las chicas toman el camino hacia el comedor, yendo en distintos grupos.

Yo necesito una ducha primero.

Veo al profesor Dorsey caminar en dirección hacia mí, por lo que de inmediato suspendo mi plan y giro sobre mis tobillos, yendo en dirección al jardín de arbustos, me agarro bien de los tirantes de la mochila y sin mirar atrás le acelero al paso.

Podría sonar como una ridiculez, pero una parte de mí se siente aterrada al ver al profesor Dorsey, su clase no es mi momento favorito de la semana y él ha empezado a notar que me siento incómoda frente a él.

Observo sobre mi hombro, solo para darme cuenta de que sigue el mismo camino que yo a algunos metros de distancia. Giro, pasando de frente la entrada del jardín, desapareciendo de su campo de visión, corro hacia uno de los arbustos y pego un salto, cayendo de espaldas sobre el césped.

Le veo a través de los orificios que dejan las ramas, el profesor Dorsey entra al jardín, siguiendo el camino principal. Frunzo el ceño, viéndolo adentrarse en la penumbra del jardín.

¿Qué está haciendo?

De pronto otras pisadas se unen a las suyas y la voz que llega a mis oídos me desconcierta.

—Dijo que estaría aquí a las ocho y media —Caleb gruñe, fastidiado.

—Es costumbre suya hacer lo que se le pega la gana —responde el profesor Dorsey, serio.

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