3: Hambre Como el Lobo

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El auto gris está volcado en el suelo, los vidrios hechos añicos están esparcidos por toda la pista indicando un violento choque, las sirenas de la ambulancia se van acercando y mi vista alterna de azul a rojo con la luz de los patrulleros policiales. El auto está destrozado pero la radio sigue reproduciendo sin parar la misma canción "Hungry Like the Wolf" de Duran Duran.

Aguardamos tras las cintas, separados de la escena. No hay un segundo auto, no hay un animal muerto en medio del camino, solo el vacío auto de Kian y el extenso bosque abriéndose a los laterales de la carretera.

Jade toma mi mano sin apartar su vista del lugar, sus ojos observan la escena llenos de lágrimas. La gente sigue llegando y las cámaras de noticieros locales filman y fotografían todo a su alrededor.

Scott. El tío que hace de tutor legal de los muchachos Harrison pasa el cintaje, cansado de esperar.

—¡¿Alguien puede decirme qué pasó con mi sobrino?! —grita, colérico acercándose a los policías.

—Señor, aléjese, esta es una posible escena de crimen, vuelva atrás del cintaje o tendré que pedir que lo escolten en una patrulla —le pide el oficial.

—Es el auto de mi sobrino.

—Entiendo, estamos trabajando, por favor...

Volteo a ver a Troye.

—¿Por qué siento que alguien nos está viendo la cara? —murmura—. Odio esa puta canción.

Estoy a la caza, estoy tras de ti.
Acechando en el bosque, demasiado cerca para esconderse.
Estaré sobre ti, a la luz de la luna.

—Porque alguien nos está viendo la cara —responde Nathan.

Papá deja las llaves de su auto en el aparador junto a la entrada. Se quita la gorra y voltea a verme, por su expresión puedo decir que intenta conversar conmigo de algo importante.

—Mañana...

—Lo sé —le corto en un susurro.

Mañana son tres meses desde la muerte de mi madre. Tres meses sin tener respuestas sobre lo sucedido, sin hallar culpables.

—¿Quieres que vaya contigo? —pregunta.

Niego.

—Iré yo sola —respondo.

—Bien —asiente—. Te amo, Alex.

Sonrío entre la tristeza y acepto el abrazo que me ofrece.

Apago las luces de mi habitación y voy a la cama, lista para dormir. Por la ventana logro ver las luces de la casa de Jade encendidas. No creo que ella vaya a dormir esta noche, yo hablaría con ella pero no quiere ver a nadie.

Me giro sobre el colchón, dándole la espalda a la ventana y cierro los ojos intentando conciliar el sueño. Cada vez es más difícil dormir, es lo mismo desde hace tres días, oigo la misma marcha afuera de la casa.

Estiro mis manos, abriendo el cajón de la mesa de noche y tomo la caja de pastillas para dormir. Trago dos en seco y busco abrigarme bien bajo las mantas esperando a que dentro de poco hagan efecto.

No pasa mucho hasta que mi cuerpo comienza a adormecerse. Los pasos de cientos de hombres se acercan a lo lejos en una marcha pero mi cuerpo se apaga de a pocos y así sin más, todo desaparece.

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