20: Hasta El Final

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Bianca mete la llave en la cerradura de la puerta, girándola hasta quitarle el seguro. Empuja la puerta, revelando así el pequeño departamento donde Derek estuvo viviendo los últimos meses. Dudo en entrar con ella.

—Puedan entrar.

Él traía consigo las llaves de su casa cuando todo pasó. Limpiar la escena y crear la historia perfecta para las autoridades tomó un par de horas, estaba demasiado fuera de mí misma como para registrar todo lo que sucedía a mi alrededor, todo lo que podía hacer era ver mis manos llenas de sangre.

Yo por ellos.

Esas palabras siguen resonando en mi mente una y otra vez desde hace dos semanas. No creo que alguna vez vaya a olvidar a Derek Dorsey.

Bianca abre las ventanas y Nathan trae las cajas y la cinta adhesiva, dejándolas en medio de la sala.

—Yo me encargaré de la cocina —se adelanta.

Bianca asiente, tomando un par de cajas sin armar y yendo hacia lo que se ve como el dormitorio. Me quedo de pie en medio de la sala observando mi alrededor, desde el color de las paredes, sus sofás grises y las fotografías en los muros.

Voy tras Bianca, encontrándola sentada junto a la cama con una caja de tamaño mediano en su regazo.

—¿Qué es eso? —pregunto, apoyada en el marco de la puerta.

—Viejas fotos —responde—, me llevaré esto yo...

En silencio la veo observar aquellas fotografías con añoro, en mi interior se remueve aquella sensación que no me ha abandonado en todo este tiempo. Culpa.

—Enserio lamento lo que pasó —repito, en voz baja.

Sus ojos conectan con los míos.

—No es culpa de ninguno de ustedes —sacude la cabeza con suavidad—, nos salvó, fue su decisión.

—No tenía qué.

Ella ríe con suavidad casi nostálgica— Ese era él, el verdadero él y me gustaría que si desean recordarlo, lo recuerden así, como era verdaderamente.

—No lo olvidaré —le prometo, sujetando su mano—, no olvidaré quién era y lo que hizo por nosotros.

—No les he dado las gracias por no haberme abandonado en el claro aquella noche —baja la mirada—, estaba dispuesta a ir por sus cabezas pero no me dejaron cuando ellos venían por la mía.

—No aprendemos jamás —bromeo rodando los ojos.

Ella baja la mirada hacia las imágenes dispersas en su regazo. Las fotografías revelan varias de las vidas que Derek Dorsey vivió, distintas épocas y distintas apariencias, lo único que no cambia tras todos esos peinados y estilos de barba son aquellos dos grandes ojos azules.

Al fondo de la caja encuentro en un pequeño lienzo recortado la pintura de dos niños, tan gastada por los años que apenas son legibles los trazos. Lo sé de inmediato. Son Bianca y Javier. Ella está sola ahora, completamente sola y sin un hogar.

Observo el trozo de lienzo en mis manos antes de girar hacia ella con un aire casual.

—Sé que aún faltan unas tres semanas pero... ¿Qué harás por las fiestas? —le pregunto.

—Nunca he celebrado Navidad —se encoge de hombros—, Javier nunca fue pegado a las creencias y celebraciones de ese tipo.

—Nosotros haremos una pequeña reunión en mi casa —comento—, si quieres quedarte con nosotros, pasar y cenar... sería agradable.

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